Cuando me miro al espejo, lo hago con detención.
Buscando cada mancha, detalle, imperfección.
Siempre lo he hecho.
Nunca me he sentido realmente linda.
Aunque me he sabido siempre notoriamente hermosa.
Sé que los demás notan mi belleza por que noto su reacción ante ella. Pero yo siempre me he criticado a mi misma.
Sé que soy más inteligente de la media, pero a menudo me siento torpe en ciertas áreas, me siento tonta frente a algunos temas y temo que todos lo noten.
Creo que en todo me cuestiono tanto, buscando el defecto, por miedo de que los demás lo noten. Muchas veces me detengo a pensar en qué es lo que ellos ven en mi, como mis defectos se hacen patentes frente a ellos.
Creo que al final esto me ha ido destruyendo, me ha ido haciendo más tímida y ansiosa cada vez.
Me alejo de la gente. Ya me dan lata. Y creo que lo que ellos ven en mi es esa pared que pongo hacia ellos. No quiero dejarles entrar. Sólo distancia cordial, cortesía, todo muy poli y una sonrisa distante, sin involucrarme.
Son pocas las personas con las que puedo ser yo misma. Y creo que a veces me cuesta ser yo misma hasta conmigo misma, que no me perdono nada.
Tanto por aprender, lanzados al mundo a encontrarnos con nuestra propia inoperancia.
¿Será que algunos lo resuelven o todos vivirán más o menos lo mismo y esa seguridad que ostentan es sólo una fachada?
A veces he pensado, en momentos de lucidez, que nadie está tan pendiente de mis defectos por que están ocupados de ocultar los propios. Entonces me da pena la humanidad. Estamos cagados.
Lo que me afirma es saber que Dios te quiere a pesar de lo imperfecto que seas.