En el momento en que tu ropa cayó al piso supe que todo iba mal. Besé esos labios rojos con los que marcas tu territorio todos los días, me saqué la casaca y la dejé a un lado, sentí el olor perfumado de tu pelo y en ese momento te desnudé. Nos arrojamos en la cama y te besé; te besé por donde pude, te besé los labios y te acaricié hasta sentir tu espíritu y suspiré en él. Volví a ti a besarte y te tomé de las manos, esas manos que me acarician cada día hasta hacerme dormir pues en ellas caigo en paz, herido como soldado en batalla quedando dormido, entonces nuestros espíritus conversaron, abrazaron, bailaron, conmovieron y lloraron juntos, también reían cuanto podían. Ecléctica forma de proceder que me volvió loco a instantes y caí en medio de la pradera para regocijarme entre matorrales, encrucijadas, badenes y cerros. Ahí dormí un tiempo y desperté mirando al vacío de dos estrellas que brillaban en la oscuridad quedando perplejo: no sabía que decir, entre tanta torpeza, tanto inconveniente que solo tú acordarás, estaba seguro de dos cosas: primero te dije “soy tonto”, pero no soy tonto, soy torpe porque no se lidiar contigo, desde principio no lo supe cuando reaccionaste con pasión inicial, más vale no fugaz sino perdurable, y yo soñaba con tal pasión porque mi pasión de niño fue así, pero el cinismo humanitario me hizo adaptarme a la hipocresía de otros que en verdad nunca agradaron; segundo te dije “te quiero”, porque, como en otro momento te dije, te quiero besar, te quiero abrazar, te quiero hacer el amor, te quiero tan tú que me atraigas magnéticamente hacia ti, como el pequeño imán al pesado metal, queriendo hacerse uno pero sin lograrlo más que juntarse a matarse en una sola noche el uno al otro… de dos cosas estaba seguro. Y luego te quise, te quise más aún cuando te vi volar y yo en tierra no hacía nada más que reposar. Como cielo y tierra nada más. Y el cielo bajó en forma de arrebol sobre mi cabeza, arrebol ondulado y rojizo acariciándome el rostro y yo besando sus estrellas, yo besé sus cometas y otros astros hasta que el cielo se rindió y cayó nuevamente. Fueron muchos finales, cada uno mejor que el otro y yo hice lo mejor que pude para que ocurrieran. Al final vino la lluvia y juntos miramos arriba, reímos, nos abrazamos, nos besamos, nos vestimos, nos tomamos de la mano y caminamos a la normalidad, la cual nunca volvería a ser normal.
En el momento en que tu ropa cayó al piso supe que todo iba mal porque no podía estar más preso de tus caricias, que como imán atrayendo al metal, espero que me lleven a tu cuerpo en el cual quedar atrapado para siempre.
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