Es hora de ir teniendo un encuentro conmigo.
Aquí estoy, con la pierna en alto, el tobillo como naranja y doliendo,
leyendo tontos cuentos cortos de autores desconocidos.
Aburriéndome a mares en esta quieta vivencia convaleciente.
El humor, acido, y las nalgas entumecidas. Pura anti poesía.
Me asomo a la ventana y el frío amenaza con agarrotarme.
Tal vez sea la tercera vez que repito la misma vieja canción,
“Los amantes de Córdoba”. La voz melosa de algún Altamirano, entonando
“Café La Madrileña…enero de l900… recuerdos hermosos”,
y cuerdas de guitarras sacando sombras y luces a los acordes,
un redoblante de fondo brinda atmosfera introspectiva.
Me incomoda el respaldo, el hundido almohadón y las necias reflexiones
en que me embarco con esto de no poder hacer nada.
El tiempo se olvida de la solidaridad, y se despliega interminable.
Quiero ver el mar, romper la rutina, despertarme,
parir algo inteligente y coherente, plagado de pronombres personales.
y no se me ocurre nada, y si se me ocurre, seguro lo olvido. |