La tristeza que sentía por una mala relación rota que lo seguía atormentando lo llevó a apagar el tv y bucear en las aguas de internet y conectarse a un chat para conversar con alguien. La suerte estaba de su lado porque muchos internautas en línea chateaban sin parar, entre ellos hombres y mujeres de diferentes edades y lugares cohabitaban en esa sala charlando animadamente en público y una lista de nombres a un costado para elegir y al privado. Y leía lo que decían, y saludó y se integró a la conversación y se le notaba de buen ánimo, sus ojos verdes se veían alegres. En eso, una mujer de nombre lila saluda y cruzan palabras, el la encontró simpática y le abrió un privado. Cada palabra era un abrazo, un guiño cómplice, un gesto de ternura, dos corazones latiendo en uno, una sonrisa, una caricia. A ella le agradó que él se fue a dormir pensando en ella y ella en él. Al día siguiente se buscaron y charlaron, ella se sintió incómoda con la clásica pregunta de si tenía novio, soltera o casada…y le cambió de tema y no le respondió. Y así los días y noches hablando pasaron y eso que podría denominarse amistad ya era otra cosa.
Sentían un deseo intenso, como dos animales en celo, se leían, escuchaban y veían y no podían besarse, tocarse, olerse y tener relaciones. Aún no, porque la tecnología era una barrera que separaba el sentimiento de lo carnal. Se sentían demasiado, se deseaban con todas las ganas, se imaginaban juntos.
Él había roto con su relación anterior y podía hacer lo que quería, ella tenía un problema, no podía así como así porque era casada. No sabía cómo decirle que era casada sin destrozar su corazón. El debería aceptarlo y ¿si no lo aceptaba? No quería dejar de hablar con él, porque lo que sentía era muy fuerte, y él ya tenía planes de estar con ella. Pasaron tres días y ella no conectaba el chat, ni atendía el teléfono. Tenía una idea que probar y temía se le fuera de las manos, lo citó a él a un hotel que tenía un restaurante, donde ella había ido con su esposo y allí aclararía todo.
Cuando lo vio por el vidrio por entrar le dijo a su esposo que iba al baño y como su marido no sabía nada de ese hombre que chateaba con su mujer…Ella salió por una puerta y lo llamó, le invitó a que lo acompañase, y entraron sin que los viera el marido por un costado y subieron las escaleras para entrar a la habitación 207. Ella le quiso explicar pero la cercanía entre sus labios pudo más y se abrazaron y se besaron apasionadamente para caer sobre la cama de seda roja. Tenían unos minutos antes que el marido la vaya a buscar al baño. De todos modos estaba entretenido mirando futbol en una gran pantalla que había, y conversaba con otro hombre. ¡Amor! ¡Eres prohibido para mí! Le decía ella…el no entendía o no la escuchaba bien, estaba ocupado tocándola y besándole las piernas. Minutos después de hacer el amor, ella lo miro a los ojos y lo besó y le dijo perdóname hay algo que no te dije: soy casada y huyó corriendo. Él se quedó triste y se fue caminando rumbo a la puerta. Cuando la mujer llegó a la mesa la silla estaba vacía, recorrió el hotel y no lo encontró.
Se iba a marchar cuando vio al marido bajar corriendo la escalera: “amor aquí estás te busqué por todo el hotel y no te encontraba”…enseguida bajó una rubia muy bonita que miró de reojo…ella se dio cuenta, siguió a la mujer, la sujetó fuerte del brazo y le dijo: ¿te acostaste con mi marido no es cierto? Perdón no sabía que era casado dijo ella y se fue apurada. Ella se acercó al marido y le dijo: “terminamos”. Salió del hotel y en la esquina, parado contra un coche la esperaba su nuevo amor, y su futuro marido, aquel que conoció en una página de chat.
|