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Esa mañana de invierno o mejor dicho una más de entre las miles y miles que me tocó vivir. Café sin azúcar, galletas de canela y una sección del periódico matutino y esta vez “Aunque usted no me crea” La sensación de sentir comodidad y seguridad en ese espacio pequeño era único y no hubo otro sitio igual a ese, al menos para mi. Siempre con la compañía de una música de silencio que solo el silencio supo como interpretar era dulce melodía a mis oídos.

El fuego artificial de la chimenea le daba un aspecto distinto al lugar sin duda alguna. Jarrones de pintura arcaica, los artefactos de épocas de antaño, muebles viejos, cuadros multicolores de formas distintas y siempre recordaré en particular uno; el retrato de un personaje de aspecto mítico… ya no recuerdo su nombre.

Fue pleno diciembre, mes del árbol y sus luces arcoiris con adornos de toda clase existente y la estrella de plástico en la cúspide sin olvidar los regalos envueltos con papel de China; una ley moral hipócrita que se aconseja a todos siempre imitar. Fue algo que yo no viví y no fue por falta de tiempo, más bien por falta de interés…

Y mi habitación con el suelo de madera y las reliquias de mi infancia ordenadas con delicadeza. La pared cubierta con papel tapiz que nunca fue de mi agrado pero aun así no quería cambiar nada del lugar donde crecí. Una casa colonial tan antigua como la misma tierra. Nunca se resignó a ser historia antes de dar una buena lucha. Cada objeto por más pequeño que fuera se rehusaba a perder su lugar e identidad. Sucedió en ese lugar importante para mí dónde lo que creía era una verdad absoluta y por ende universal fue lo que me llevó a estar aquí en este lugar oscuro. Ahora comprendo todo aquello que estuvo en frente de mí, siempre invisible pero más real de lo que yo imaginé.

El día anterior alguien toco mi puerta. Era un ser viviente de edad avanzada, cabello desgastado y arrugas en su piel; señales visibles del tiempo. Me observó fijamente a los ojos por unos segundos y pude percibir cierta angustia y rencor hacia mi. No pude decir una sola palabra ni tampoco un gesto de disgusto ante lo que estaba sucediendo o de la forma en la que me estuvo observando. Tenía un portafolio en su mano izquierda muy extraño con un mandala en su centro que jamás vi antes durante mi vida; puertas invisibles, ahora lo sé...

-¿Es usted Vicencio Asturino?-pregunto de una forma curiosa e impaciente. A lo que yo respondí con un gesto de aprobación.

-Vengo en representación de una compañía de aseguranza para la cual trabajo. Su nombre está en la lista de una póliza del cual usted es el principal beneficiado. Esta es mi tarjeta por si tiene una duda, ¿Me permite pasar?-preguntó de una forma cordial.

-¿Una póliza de seguros y a mi nombre?-Por un segundo pensé que era una broma pero después recordé de quién era.

Estaba esperando esto desde hace varios meses. Me pareció extraño el procedimiento y nunca pensé que fuera de esta manera y así de sencillo. Abrió el portafolio y sacó unos papeles. Comenzó a indagar entre las hojas hasta que encontró uno en particular el cual no me permitió ver o al menos de una forma directa. Me dio un lapicero, hoja en blanco y me pidió que dibujara un cuadro y escribiera los objetos que más aprecio.

-¿Está hablando en serio?-dije sin titubear y a lo que respondió con una mirada que no necesitó palabras.

En el otro extremo tenía un cheque con una cantidad no despreciable. No entendí el porqué me pedía eso pero a la verdad fue algo que no me importó. Al terminar lo que me pidió enseguida el cheque estaba en mi mano.

-¿Eso es todo lo que tengo que hacer?-pregunté

-Ya hemos hechos la investigaciones y usted es la persona que estamos buscando. Esperamos con ansias su pronta llegada a nuestras instalaciones donde no sólo yo sino también mis compañeros haremos que sea una experiencia que no olvidará jamás y gracias por su atención, nos veremos muy pronto- dijo en un tono sarcástico y burlesco.

-¿Estancia? ¿con nosotros? ¿dónde? ¿puede repetir de nuevo lo que acaba de decir?-guardó silencio al momento de escuchar mis preguntas y salió por la misma puerta que entró sin dar una sola respuesta.

En ese instante no comprendí lo que quiso decirme. Pensé que era meramente una broma de palabras y créanme, no lo era. Abrió la puerta del sedán negro y sin dar un gesto de despedida se alejó de mi casa hasta perderse en la niebla de la tarde. Menudo recuerdo para ser uno de los últimos.

Pasaron unas horas y todo seguía su rutina como de costumbre. La cena, comida de nevera calentada a base de microondas invisibles sobre la mesa. La cocina en su fase sartén y fuego, nunca fue lo mio. Junto a una bebida verde de perejil en todo su esplendor con la recompensa de mejorar algunos aspectos del organismo aunque ya de nada sirvió. Sin olvidar a oso, un can diminuto que bien pudo caber en un vaso de vidrio observando cada movimiento; siempre me acompañaba al menos solo de espectador.... Y antes de ir a dormir la continuación de la novela "Un país sin bandera" Y así, sin previo aviso el sueño me sedujo en el vaivén de sus redes...

La mańana siguiente, recuerdo, fue una de las más fría que sentí. Al parecer eso fue lo que me despertó o tal vez lo ladridos de oso, no lo recuerdo bien. El periódico matutino en su encabezado “Sismo de 4.7 sacude las costas de Malasia” y mi sección preferida “Aunque usted no me lo crea”

Tuvo todos los ingredientes para ser una mañana como cualquier otra pero no fue así. De pronto, escuche un ruido proveniente de la parte de arriba de la casa. Me pareció muy extraño porque las dos únicas almas era la mía y la de oso que estaba siempre a un lado mio. Pasaron algunos segundos y un nuevo ruido más fuerte que el primero volvió a repetirse. Lo primero que vino a mi mente fue que alguien había entrado a la casa por la ventana de mi cuarto que estaba junto a las ramas del árbol familiar.

Inmediatamente, tomé el pequeño atizador que se encontraba junto a la chimenea que era más un adorno visual que un objeto peligroso. Subí las escaleras con sigilo hasta llegar al pasillo. Y el pequeño oso, por supuesto, aun lado mio cuidando mis espaldas aunque me parecía que el estaba mas asustado que yo… Estuve seguro que ese ruido provenía de mi habitación, me arme de valor para poder entrar…

Para mi sorpresa no había nada fuera de lugar pero al momento de revisar con más cuidado pude ver en la cama un pequeño folleto donde decía “Bienvenido”.

-¿Es usted el señor, Vicencio Asturino?-preguntó una voz enfrente de mi puerta detrás de un sombrero oscuro, gabardina y lentes del mismo color después de haber bajado a prisa desde la parte de arriba aun con el folleto en mano.

-Así es ¿En que le puedo ayudar?-pregunte de una forma nerviosa e impaciente.

-Vengo por usted, su celda esta lista junto con las cosas que más aprecia que le recordarán siempre que tuvo el poder de elección y estará en nuestras instalaciones por el asesinato de Beatriz ¿su antigua esposa? y mi compañero que estuvo ayer aquí será el encargado de atenderlo por toda la eternidad y de vez cuando yo también. No se preocupe por su cuerpo, será encontrado dentro de unos días, por supuesto, sin vida.-dijo de una forma muy amable…

Y si, aquí estoy en esta oscuridad que nunca acabará recordando una y otra vez mis ultimos momentos de vida…

Texto agregado el 22-06-2015, y leído por 48 visitantes. (1 voto)


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