Charlie ya no estaba en la escena, y todos los focos apuntaban a ella, y él no paraba de sangrar y pedir piedad. Y como ella no quería que se muriera tan pronto le vendó el brazo. Él le pedía por favor que vuelva a ser ella, su Celeste. Esta versión diabólica zombi no se parecía en nada a esa carmelita descalza que conocía. Lamentablemente, su esencia desapareció con la maldad que la penetró, como mil demonios llenos de furia y demencia total. Ella cocinó pollo porque gozaba de buen humor, él logró mandarle un sms a un amigo y pedirle que viniera. No se dio cuenta de su error, ella lo recibió con una cálida sonrisa, lo empujó contra la pared y con un hacha que Charlie sabe cómo apareció en sus manos lo cortó en filetes, sus partes en la olla humeaban un olor sabroso. Cocinó la carne mezclada con el pollo a fuego lento. Él, petrificado, no sabía cómo moverse y escuchaba la risa loca de la cocinera muerta viva. Ella sirvió la humeante carne salada, se veía tan sabrosa que no dudó en probar un bocado y saborearlo gustosa, y se sentó a su lado. Bocado a bocado, él tragó unos sabrosos pedacitos empujados por los dedos de ella. Unas cuerdas firmemente ajustadas lo sujetaban a la silla. Después de pegarle en sus pies con un martillo creyó que era suficiente castigo por un rato. Su maldad carecía de límites, y es que la maldad vivía en ella. La casa, rodeada de árboles coposos y sin vecinos cerca la ayuda quedaba lejos. Una visita inesperada llegó a la mansión del terror: Clara. Una muy amiga suya. Ella abrió la puerta y como si fuera su mejor amiga fue muy amable, no sin antes tomar la precaución de encerrarlo a él en un armario, atado y con un trapo encintado en su boca. Él podía oírlas hablar, aunque no podía ver nada. Charlaron un poquito, y él que no podía salir del armario. Ella le invitó a un trago, y ella que tenía la garganta seca accedió, enseguida se quedó dormida por el potente somnífero que le metió dentro del vaso. Cuando Clara despertó estaba atada en una silla a espaldas de él, ambos en sus respectivos asientos y sin poder pronunciar palabra. Ella se tomó su tiempo en acariciarlos, besarlos, y finalmente lamió sus caras con su lengua de serpiente. La saliva verde se pegaba en sus rostros como pegamento ácido. Antes de que vinieras -le dijo a él, vagué perdida en el bosque, hasta que Clara jugó al Charlie-Charlie, encontré esta casa y me adueñé del cuerpo de Celeste, poco a poco ella se convertía en yo, al principio sentía rechazo por las imágenes religiosas, y ni te enteraste, hasta que fue toda mía cuando lo jugó contigo. Los ojos de ella cambiaron de blancos a rojos y con una respiración algo débil y bañada en sangre dijo: Ahora los mataré, y enterraré sus cuerpos en el bosque, mmm, es una forma de decir, en realidad vendrán conmigo al infierno. Y mientras los árboles inmóviles testigos mudos, los pájaros huían de la maldad.
Yo soy una enviada a este mundo, les confesaré algo: “Yo soy la hija del Diablo”.
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