No me gusta la gente silenciosa.
La pasión hace ruido.
El mar rompiendo entre tus piernas,
la alegría del reencuentro,
el desborde de la presa,
la lluvia tras la ventana
y hasta el volar de los pájaros
hacen ruido.
La risa es escandalosa
cuando es sincera
y no le pones barrera.
Los latidos resuenan
en el silencio
cuando ella se acerca.
Las conversaciones
entre compañeras,
como cohetes, ascienden
para estallar en risas y borracheras.
El fuego al arder hace ruido.
Mi perra cuando duerme
hace (mucho) ruido.
Sus pasos caminando
hacia mi cuarto
en mitad de la noche,
hacen ruido.
Los besos cuando son buenos,
los jadeos y gemidos de placer,
el motor de la máquina
que me hace estremecer,
los instrumentos musicales
que gritan lo que sienten
también hacen ruido.
Mis pensamientos
durante la madrugada
cuando vence el insomnio,
el pasar de mis dedos
sobre las hojas
de los libros que leo,
los abrazos que llenan
el aire de suspiros,
el lápiz que dibuja o escribe
veloz sobre el folio
o tal vez una servilleta,
la vida bebiéndose
a tragos la cerveza,
o el viento soplando
la espuma de las olas.
Todo.
Todo lo que me gusta hace ruido.
Por favor, hazlo.