LA tarde estaba bella, el ambiente a fiesta de corraleja se reflejaba, en el caminar de cada habitante de San Isidro, festejaban para esos días las fiestas de la patrona, creencias ancestrales que cada año dedicaban festejos de toros, donde un arriesgado personaje se exponía a la bravura de de un animal que corre dentro de un corral, que a lado y lado se agolpan multitudes de personas engalanadas en las improvisadas gradas, para el disfrute de la faena, alrededor de este monumento de madera se encontraban grandes amplificaciones de sonido, que venían de pueblos en pueblos , con ellos también los vendedores de toda clase de frituras, juegos de azares , y por su puesto numerosas mujeres que por cualquier peso se acostaban con los hombres, unos borrachos otro no. El retumbar de las bandas, con melodías que hacían bailar en ruedas de fandango a los alegres visitantes, en el torin se encontraban los mas astados y bravos toros, que en la región tenían renombres por asesinar sin compasión a los que los asedian, grupos de hombres criados en la ganadería, acostumbrados a lidiar estos animales contaban con orgullo sus anécdotas con estos animales, estaba Jorge Martínez, un joven de apenas 22 años, pero toda su vida había jugado con estos animales, el de aspecto tosco como son los corraleros, de cabellos lacios, de manos fuertes, en sus brazos se veían largos bellos, y cicatrices que le dejaban cada vez que amarraban algún ejemplar, sea para marcarlo, o sencillamente para amansarlo, en su rostro se dejaba ver la mancha del vello facial que deja una cuchilla, cuando lo cortan, sus ojos de color miel intenso, su piel cobriza su nariz fileña y una voz grave que encantaba a las muchachas del pueblo, era por así decirlo un buen mozo lucia siempre un caballo negro de clin larga de paso fino que su patrón le regalo, y él había cuidado desde su nacimiento, muchos ganaderos querían comprarlo, pues no había en la región otro semental como ese. Jorge Martínez siempre vestía de camisa a cuadro, pantalones azules, botas de vaquero, y una cadena de oro de la cual colgaba un dije con la forma de una espuela, estuvo que ahorrar demasiado para comprarla, pero se esforzó y la tuvo. en ocasiones también lucia zamarros que su abuelo le regalo los cuales cuidaba como lo más sagrado.
_ ¡Ya soltaron el primer toro!, y este sí que es bravo, miren la cornamenta, dijo don José Duarte y criador de ganado muy recocido en el pueblo y sus alrededores.
¿Qué te parece hija?. Papá estas fiestas me dan un poco de miedo mira como maltratan a los toros y muere muchos hombres, -dijo lucia Duarte, la única hija de Don José la que cuidaba con mucho recelo y lo mas importante en su vida, pues cuando ella nació esa noche su mama murió en el momento del parto, desde ese momento el no la deja sola para nada, fue criada por la humana de Don José doña Patrona duarte, mujer d gran decoro , y alta estima en el pueblo, nunca se caso pues en el pueblo nadie se atrevía a enamorarla sus hermanos y tíos la cuidaban mucho.
La tarde seguía las faenas eran asombrosas para entonces ya habían herido a más de ocho personas , que habían sido trasladada al hospital más cercano , Jorge un poco pasado de tragos, decidió meterse a la corraleja y en el centro de ella miraba hacia el palco donde estaba Lucia Duarte, también acompañada de sus amigas, Betty y María, inseparables de su infancia. Eran confidentes.
-¡Lucia Duarte, Lucia duarte¡-dijo a voz en cuello. Este toro te lo dedico a ti, por el amor que te tengo, ¡te quiero mucho¡.
¿y ese quien se cree como se atreve a faltarle el respeto a mi Hija?, la vas a pagar muy caro…
El bombardino y la trompeta se lucían con las notas cuando a coro cada vez que Jorge le sacaba un mantazo al toro la gente en una sola voz decía ¡holeé¡ Holeé, ¡ holee.
La ovación de aplausos, eran muy grande y salió montado en hombros de la corraleja, pero para Don José duarte era la humillación mas grande, no era posible que un don nadie enamorara a su hija y sobre todo en público, esa tarde Don José Duarte empezó a buscar la manera de acabar con las intenciones de ese muchacho, al día siguiente Don José se fue muy lejos con uso de sus trabajadores a un lugar solitario, donde dicen que evocaba ritos al señor de las tinieblas , en la corraleja se decía que Jorge era el mejor mantero que nadie lo igualaba, en la maestría de dominar al toro, Jorge en el palco buscaba a Lucia pero fue inútil no la encontró pues esa tarde si no asistía con su padre ella no iba. Si pasaron los tres días de fiestas al día siguiente era el ultimo de las fiestas, ese día callo un fuerte aguacero como cosa rara pues para esos tiempo era raro que lloviera, el viaje de ganado que venía para la corraleja se volteo el camión donde viajaban, en la mañana habían encontrado aun muerto, detrás del parque.
-este día sí que está oscuro, yo no voy a la corraleja - dijo el viejo Cipriano curandero del pueblo, que vivía a dos tabacos de ahí. ¿Le parece? Replico Domitila la lavandera .cuando el día ha pasado con esas cosas, algo malo va a ocurrir, que va viejo Cipriano son cosas de usted. Nada malo puede ocurrir. Dijo Domitila, caminando a su casa, bueno pero sor si acaso yo tampoco iré a la corraleja.
Ya eran las tres de la tarde y los palcos estaban a reventar, como era el ultimo día y Don José daba sus toros nadie quería perdérselos, jugaron cuatro toros y Jorge aun no Salía al ruedo, la multitud lo pedían querían verlo manteando a los mejores toros, el quinto toro, que salió se murió en el ruedo y Jorge pedía que le trajeran los mejore que el si lo manteaba.
El sexto toro que trajeron lo tenían encerrado apartado de los demás, infundía miedo, cuando lo miraban no le encontraban marca alguna, y sus ojos parecías de hombre, su pelaje era negro azabache, sus cuernos afilados, y de un tamaño descomunal.
La banda dejo de tocar, pues cuando le abrieron el torin el salió caminando lentamente, con paso firme como sabiendo lo que iba a realizar, parado en el centro de la corraleja, nadie se atrevió a mantéalo los aguerrido manteros se escondieron, y la plaza quedo sola.
Don José gritando dijo. ¡Donde están los toreros¡… quiero ver que mantén mi toro. Al momento salió Jorge Martínez, y dijo yo Don José le manteo su toro y además me casare con su hija, al momento la algarabía irrumpió en la corraleja y al son de las bandas y papayeras
La corraleja tembló de alegría, coreaban una y otra vez el nombre de Jorge Martínez el mejor mantero.
El toro lo miraba y cada vez que le sacaba un mantazo, la tribuna se alegraba, el toro lo miro fijamente y corrió a donde esta Jorge se quedo inmóvil, cuando el toro expulsaba un ronquido infernal que dejo la corraleja de pie y en silencio
En el rancho de don Cipriano cayo una gallina muerta y sus palabras fueron yo lo dije algo malo paso en la corraleja. Alguien murió en la corraleja.
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