Se profanan los rayos traspasando las rendijas del miedo,
Sobre aquella puerta de acero,
Creando manchas, pintando el rostro ajeno.
Cerrando los ojos, colgados por las hendiduras de extrema sutileza,
Atados a la vida, somos marionetas del silencio.
De la nada, tiemblan los parpados, se sucumben en el juego.
Luego perfeccionan la vestimenta, puliendo su cuerpo,
Creando un disfraz, estimulando aliento.
Un desgano áspero, que raspa sus huesos, sus maderas húmedas,
De tanto lamento,
Y el atril de aquella fase pierde sus colores, con el correr del tiempo.
Una mirada vacía, una silueta inmóvil
Solo tristes muñecos,
Marionetas del silencio, pinturas quebrajas con el tiempo,
El retrato de nuestra vida en un solo cuento.
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