Piedras cristalinas iluminando la gran –casi infinita- gruta, fenómenos naturales para mí estrambóticos, pero claro, ese pensamiento era por no abrir la mente antes de todo y demás cosas que se avinieron al sonido de mis pisadas, que amplificaban su sonido con el brincoteo del agua, acompañado del incesante goteo de las estalactitas. Luego vienen a mis ojos aquellas paredes de algún material de cristal, que sostenían el calor y la presión. Pero, ¿cómo es posible semejante fenómeno? Y no me atrevo a preguntar, ¿cómo puede existir?, o mejor dicho, luego de reflexión, ¿cómo no podría existir?
Lava aglomerada en paredes de algún material natural, parecido al cristal, tal vez diamantino. Soportar la inmensa cantidad de lava era absolutamente increíble. Se podía ver a través del cristal el rojo intenso de la sustancia magmática; además, el calor era insufrible, tanto, que debía correr en medio de las paredes para no sofocarme en tal calor. En una de esas aceleradas volteé a mi derecha, viendo directamente a una de las paredes de cristal y observé ahí lo irracional y fuera de la lógica humana –para complementar-, más allá de aquello que hasta en sueños oníricos costaría aceptar el soñador del soñador.
El terror de la existencia puede llegar a hacer desear dejar de existir. ¿Era quizá alguna fea pesadilla compartida, donde dos o más soñadores conciliaron sus miedos más temidos y extravagantes o en serio ya estaba incuerdo? Tal vez eran los gases de la caverna. Al parecer el calor hacía reacción drástica en mí, tanto que, por un momento, negué todo lo que veía, escuchaba, olía y sentía –y, ¿cómo no hacerlo? si estaba tratando de explicarlo racionalmente-.
Este ser que rozó con la pared era espeluznante; nadando en tal material magmático, ¡solamente increíble! Es demasiado para mi salud; tuve un ataque de pánico, que nunca antes había tenido. Era de esperarse con semejantes situaciones a las que estaba expuesto en el no-tiempo ahí –en algún lugar-. Caí al suelo, desmayado, pero con cierta conciencia aún en mí.
Durante el sopor, transcurrieron aproximadamente quince o diecinueve minutos, en los cuales, como dije, tenía cierto grado de conciencia y pude sentir mi cuerpo moviéndose, no a mi voluntad, sino algo no de mi ser, ajeno a mí. Cuando desperté, ahí estaba parte de mí, en un lugar cavernoso, parecía parte de la cueva a la que había entrado con anterioridad. No sabía el porqué, pero me sentí a salvo por un instante. Tanto, que me dejé llevar por el letargo. |