El retrato.
—Tú eres lo más quiero, desde que me pintaron, tus suaves líneas me subyugan no llegando a poder conciliar el sueño reparador. No puedo vivir sin ti, tengo que tocarte, sentir esas pinceladas, esa rugosidad que da la pintura bien plasmada en este lienzo de tela guardado por ese marco de noble madera.
No es justo, tú serás eterno, mientras que yo estoy supeditado a los caprichos del tiempo. Mi frente se llenará de arrugas, mi pelo después de tornarse blanco se caerá irremediablemente dejando a un ser viejo y achacoso. No quiero, no puedo esperar a que me mires siempre con esa eterna sonrisa. ¿Te burlas de mí? ¿Sabes qué te puedo destruir? Puedo rasgarte ese semblante de adonis, dejarte tan irreconocible que esa media mueca parecerá el rictus del mismísimo diablo...
—¡¡No te atreverás!!
—¡¡Pruébame!!
—Qué culpa tengo yo que el tiempo esté en tu contra. ¿Acaso gobierno sobre la materia? ¡¡Quéjate a tu Dios que te hizo tan imperfecto!! ¡¡Repróchale a tu alma que te hizo mortal!!
Mientras yo estoy aquí viendo el tiempo pasar, percibiendo la vida, sintiendo como los demás viven, sufren, ríen, crecen y finalmente les llega el descanso. Tú solo entiendes una cosa, ves lo único que está delante de tus narices, no aprecias la vida que tienes, no valoras el poder sentir todos los placeres e sinsabores que la existencia te ofrece. ¿Dime?, vale la pena estar aquí plasmado impertérrito al tiempo, suspirando por los demás... ¿qué vida prefieres?
—La desazón me corroe el alma, tu belleza me envuelve como el amante le susurra a su amada. No puedo escapar de la congoja que me embriaga, mis sentidos ya no me pertenecen... déjame que me impregne de esa maldita pintura que hace que me vuelva loco de amor, déjame que todo mi ser se llene de esos bellos retazos tan majestuosamente pintados, déjame que los dos, seamos uno...
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