El lobo tiene la lengua caída hacia el lado izquierdo de su hocico, las fosas nasales algo abiertas y el ojo derecho mediocremente abierto.
Olfatea el aire adornado con olor a sabia y clorofila y pelos y la sangre del conejo que acaba de matar.
Mira con una mirada de firmeza y de perplejidad a la mancha roja, ligeramente obscurecida por la pobre coagulación y por la sombra de los altos olmos, que mancha el pelo color nieve recién caída que enfría algún pueblo de Noruega del conejo que acaba de matar.
El lobo olfatea mas cerca del animal muerto, después retira la cabeza y se sienta a menos de un metro de éste y mira el cuerpo con una expresión similar a la descrita anteriormente, pero ahora con ojos mas pícaros y con rasgos pincelados por una diestra mano derecha.
Su oreja izquierda, completamente empinada, y su oreja derecha doblada en ángulo recto, con unas lineas tan caprichosas que recuerdan a las primeras obras del cubismo.
El animal vivo se acerca al conejo he inhala y exhala y se acerca mas hasta tocar con su nariz al animal sin vida, y empuja ligeramente y retrocede bruscamente haciendo que el inerte oscile de forma amortiguada durante cortos y perezosos instantes.
Acerca ahora su pícaro hocico a la mancha escarlata en el pecho. El ser vivo tiene una mirada de estupefacto, anestesiado, lobotomisado. Estira su lengua hasta alcanzar la sangre del animal, y saborea.
Siente como cada glóbulo se funde sobre sus papilas.
Retrocede y sacude la cabeza mientras siente un hormigueo en sus huesos, y siente como su piel se pliega sobre si misma y pierde el pelo y lo recupera distinto, y sus garras se pulen mientras se ablandan y sus dientes se liman y de pliegan hasta ser aptos para triturar las hojas de los bajos arbustos a los alrededores de su madriguera.
El conejo, curioso y vagabundo, olfatea y lame el cuerpo del humano muerto que yace tirado inerte en frente de el.
El rostro pálido le inspira curiosidad, y roza su nariz contra los labios y nariz delacho muerto que yace tirado en frente de él.
El conejo se sacude y sus orejas tiemblan, y su cabeza se mueve de lado a lado unas pocas veces y parpadea, y su nariz tintinea. Su mirada recorre el cuerpo el humano y se toma unos instantes para dar un pobre análisis a cada unos de sus miembros.
Devoto a su instinto, voltea asustado ante una imagen que no reconoce. La imagen de una puerta y mas allá otra puerta y parte de otras dos, y una pared color amarillo opaco y un decorado de madera rojiza que recorre toda la longitud de la parte inferior de la pared. Y sobre un penoso suelo, un sueño cubierto por una alfombra teñida en el mas triste de los azules.
El pequeño y frágil conejo se ha cerca al umbral y lo atraviesa el humano alto y frio, de ojos pardos y piel color ternura.
El hombre parpadea algunas veces. Se toca el brazo y el frío no lo afecta. Se siente cómodo con su desnudes.
Mira a su alrededor y descubre u pasadizo largo que se pierde en una curva conica.
El hombre estudia su cuerpo absurdo pero aureamente forjado, y su mente nueva trata de llegar a soluciones lógicas y racionales. También se percata de que su mente empieza a formular cuestiones sobre el como, el donde y el por qué de su nueva condición, y resolvió mirar a través del umbral por el que llegó.
Al ver a través del umbral vio el cuerpo muerto del hombre que yacía tirado sobre las hojas secas del bosque.
Al ver el cadáver sintió asco pero sobre todo pena, y sintió compasión y lastima, pero sobre todo pena.
Atravesó de nuevo el umbral y el conejo busco ramas y tallos y filamentos, y los puso sobre la alfombra, y dentro del pasillo, aprovechando si condición de humano, fabrico una soga que coloco con sus dientes y sus blancas patitas alrededor del tobillo del muerto y lo jaló dentro del pasillo y lo levantó y lo colocó sobre sus hombros, u camino entre las puertas que se extendían por ambos lados del corredor, por toda la curva infinita.
La curiosidad del hombre lo incita a abrir al azar una de las puertas del pasadizo y ante el se extendió un campo baldío y desolado y espolvoreado con casquetes de balas de alto calibre, y con arbustos secos y ligeramente podridos a causa de los gases tóxicos esparcidos por el habitad cruel y mundano que se extendió antes su monocromática vista.
Al atravesar el umbral y pisar el terreno baldío escucho un golpe seco contra el polvoriento suelo.
El perro, al voltear, vio el cuerpo del hombre muerto contra el suelo, y su cara besando el polvo.
El perro lo olfateo por un rato y lamió su polvorienta mejilla. Rodeo el cuerpo y emitió gemidos de lamento y finalmente, resolvió sentarse al lado del cuerpo y observar como el tiempo carcomía su carne y sus huesos. |