Albahaca recién sacada del huerto, sal de mar y un toque de oliva, de la suave, para no hinchar.

Eran los ingredientes que le daban los sabores mas llamativos al kumo relleno, (no detallo los demás ingredientes, cada plato merece sus secretos).

Era el plato favorito de muchos y muchas;
lo esperaban, lo degustaban y hasta ¡se repetían!

Furor en restaurantes cuicos y picas de barrio,
¡para grandes y chicos decían los chef!

Rápido y fácil, livianito, pero llenador.

Hasta que el exceso de tiempo, la rutina y el boom por la comida chatarra le gano al platito en cuestión;
era fome, aburrido y repetido, "ya comí mucho" se escuchaba...

Y ahí quedo la albahaca, secándose en el huerto del patio, la sal pegoteada y humedecida en el saquito que la contenía y la eterna oliva... que ya solo se rebajo a ensaladas frías de poca monta, para saciar solo estómagos vacíos y nada pretenciosos.