NO QUERIA CRECER
De ninguna manera quería crecer, quería ser siempre tan pequeño como era ahora, quería ser pequeño, muy pequeño y aunque él sabía que eso no era natural y que todos deberian alimentarse para crecer hacerse grande y llegar a adulto, él quería permanecer pequeño para siempre.
“Pero vamos a ver ¿Por qué tienes esa manía de no querer crecer, eso no es normal?” era la constante pregunta que todo el mundo le hacía.
“Pues porque no, yo quiero se siempre pequeñito y no me apetece crecer” era siempre la absurda respuesta que daba y no había forma de convencerle y ni se inmutaba cuando sus hermanos y su familia le insistían un día sí y otro también “Pero no ves que eso es una tontería, todo el mundo tiene que crecer, todo el mundo crece y quieras o no te irás haciendo cada vez mayor como todos nosotros y no podrás ser siempre pequeño como quieres“
Pero no había forma de convencerle, él seguía en sus trece y o bien por su fuerza de voluntad o por alguna otra razón incomprensible, conseguía no crecer y resistía con estoicismo las bromas a veces muy duras que sus amigos y hermanos le gastaban, “Que si eres un pequeñajo, que si estas cada día mas consumido, que si casi no se te ve…”.
Aguantaba y aguantaba y seguía con su idea de no crecer, aunque a veces en lo más oscuro de la noche se preguntaba el porqué de su decisión, porque no queria crecer y llegaba a la conclusión de que lo que no deseaba era ser nunca mayor, no quería tener responsabilidades y temía que si crecía los avatares que le podía proporcionar la vida le harían sufrir, no sabía cómo lo sabía, pero estaba seguro que la vida no le proporcionaría nada bueno si se hacía mayor.
El porqué siendo tan pequeño tenía esa seguridad era incomprensible, al fin y al cabo no tenía ninguna experiencia y ¿Por qué pensaba así? era un misterio, pero él estaba convencido de que la solución era no crecer y no crecería.
La familia le había dejado por imposible, ya no le hacían ni caso, se habían acostumbrado a verle siempre igual, tan pequeñito pero muy feliz de seguir sin crecer.
Y así estaba la cosa, hasta que una mañana del iniciado verano, acababa de amanecer cuando oyeron una voces que se acercaban que no les resultaron familiares y antes de que se dieran cuenta les fueron arrancando uno a uno de las matas y depositándoles en una gran banasta con otros tomates tan gordos, colorados y brillantes como ellos y todavía se estaban preguntando qué había pasado cuando se vieron aupados al remolque de un tractor que los alejo de la plantación.
Aun tuvieron tiempo de ver a su hermanillo pequeño, el pequeñajo, el que no había querido crecer, que se quedaba en la planta mirándoles triste, no le habían arrancado por ser tan pequeñito.
¿Sería esto lo que intuía?, cualquiera sabe lo que pasa por la mente de un tomate.
Fernando Mateo
Mayo 2015
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