Había una vez; una niña muy guapa llamada Adela. Ella era muy golosa, no paraba de tomar chuches, bollería rellena de chocolate y refrescos de cola a todas horas.
Su vida era de dulce, nunca mejor dicho.
Un día, mientras masticaba y hacía globos con un chicle de fresa, notó un pinchazo en una muela, que le hizo ver las estrellas. Adela pasó una tarde horrible, tanto que su madre tuvo que llevarla al dentista con urgencia. Tras examinarla su dentista, le realizó un empaste, pues tantos azucares y burbujas de los refrescos azucarados, le habían producido una caries. Su muela preferida se le había picado, y no paraba de quejarse. Ojú, ojú, ojúmm...
Adela aprendió la lección en carne propia. Además del dolor pasado en la consulta, en la sala de espera se encontró con un señor muy bien vestido, pero con unos dientes horribles, de brujo. Dientes largos, amarillos, picados... tipicos de fumador empedernido, de boca mal cuidada.
El señor le sonrió, pero ella no pudo devolverle la sonrisa. Quedó impresionada, y se asustó. En un instante comprendió, que de nada sirve un traje de Armani, si al sonreir, enseñas una boca descuidada.
Al llegar a casa se deshizo de las chuches que le quedaban. Se acostumbró a tomar agua con las comidas, a cepillarse tres veces al día, a pasarse el hilo dental y en definitiva, a cuidar su sonrisa.
Y es que una bonita sonrisa:
ES NUESTRA MEJOR CARTA DE PRESENTACIÓN.
Como los anillos de un árbol, cuentan la vida que hemos llevado. Haya sido buena, regular o mala vida.
Este, y no el otro. Si que es nuestro auténtico curriculum vitae.
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Cuento para niños, y para no tan niños, para concienciar sobre la importancia de cuidar la boca y la sonrisa. A más porquería le echemos a la mochila, nuestro cuerpo, más pesada se vuelve. Y tendremos que cargar con ella toda la VIDA.
¿A dónde vas con esos zapatos de lujo, teniendo dientes de BRUJO?
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