¿Cual es tu mayor miedo?
Ayakil recordaba haber puesto esa duda en los corazones de cientos de miles de personas desde que descubrió el inestimable poder que contenían las almas humanas, aprisionadas.
Desde el inicio de su existencia, cuando empezó a ser venerado por un pueblo Indú para hacerse real de un dia para otro, la bondad, compasión y piedad no eran palabras que se incluían en su vocabulario. Después de ser olvidado por la aparicion de otras deidades su malicia se intensificó mucho más.
Recreo un portal que le permitiría tomar almas humanas atrayendo a esos credulos con la promesa de inestimables riquezas. Que fáciles de engañar eran los humanos, pensó sonriendo.
Agudizó su oído para poder escuchar con mas claridad su sonido favorito, el dulce tictac de las agujas del reloj moverse lentamente.
Ah, sublime.
Tic-... tac. Tic-... tac. Tic-... ¿troop?
Abrió los ojos de golpe y posó su mirada sobre el reloj de oro macizo y gemas preciosas para toparse cara a cara con su mayor miedo.
Algo había cambiado. Y aunque solo fuera una pequeña variant en el sonido del reloj al trabajar, al parecer, no había nada que lo aterrara mas que los cambios.
Algo viene a por mi.
Lo supo con toda certeza antes que el tictac pasara de ser dulce a macabro. Las manecillas moviéndose sin control en ambos deteniendose a media noche por una fraccion de segundo antes de continuar.
Presas del caos y del descontrol.
Las luces se apagaron y volvieron a encenderse. Pero esta vez, provenía de llamas. Llamas que danzaban sobre cortas mechas en blancos cilindros sombrios.
-¿Cual es tu mayor miedo?
Esta vez, la voz no estaba en su cabeza sino que provenía de ningun lugar y a la vez de todas partes. En un dulce tintineo helado, la voz de la hermana a la que tanto rencor le guardaba.
Este era el ritual, su ritual. Y el no poseía la ofrenda: una gota de sangre de un familiar.
Solo había podido ver tres rituales asi, en los cuales el ingrediente principal faltaba y ninguno de ellos habia acabado bien.
Las sombras lo envolvieron, se enroscaron como una boa constrictora alrededor suyo. La oscuridad se convirti en afiliados dientes que devoraron la carne de uno de sus brazos bocado a bocado.
Borrando sus marca sagrada, debilitandolo. El poder de las almas abandonandolo despacio hasta que ninguna hubo ya en su interior.
Y fue entonces que un par de invisibles y calidos brazos lo atrajeron hacia un apretado abrazo.
Exhalo su último suspiro antes de que los afilados colmillos de las sombras le devoraran el negro corazón. Y después...

Silencio. Oscuridad.Vacío.
Nada.