Vopo es el nombre del payaso que personifico desde su primer show en 2012. Como un proyecto paralelo a la Peña Cultural Cañera (colectivo de arte comunitario del cual formo parte desde 2008) y como una forma de crear más actividades en nuestra comunidad. Después de años de empeño empírico logré construir dos shows, uno personal y otro que requiere otro payaso. Mis amigxs crecieron mucho con sus respectivos números también, y les admiro pues sus presentaciones son realmente buenas, yo por mi parte siento, que aún cometo muchos errores, y me falta mucho por aprender, quizás porque siempre sentí que lo mio es más escribir que las artes escenicas, pero no negaré que me divierto haciendo reir.
Mi show personal es bastante sencillo, involucra algo de malabares y técnicas básicas de clown, nada excento de una mezcla entre ocurrencias de domingo y pizcas de plagio. Sinembargo, yo quería dar algún mensaje con mi número que fuera más allá de simple arte por entretener, lo que me ha sido habitual en otros campos, pero en lo circense siempre me pareció muy complicado, no tardé en pensar en hacer de Vopo un payaso queer, un payaso travesti, que se burlara de los roles de género, no que diera risa por verse de un modo sino, por una suceción de hechos que llevaran alguna carga de crítica. Para un par de presentaciones usé unas leggins como parte del traje, pero sinceramente nunca pude concretar la idea.
El año pasado, para el día del niño, logré que contrataran mi show en una escuela lo que me alegró, pues me iban a pagar y así podría ir a ver a un chico que me gustaba en ese tiempo. Después de la presentación una maestra me pidió que si podía hacer el mismo show en su casa, por la noche, para un grupo de chicos de otra escuela. Teniendo el dinero del día, no podía negarme a mis principios de llevar arte y alternativas sanas a comunidades rurales ¡Para eso nació Vopo! Y para eso viví los mejores años de mi vida. Me alisté y presenté un numero entretenido para varios niños y niñas en el corredor de una casa, como parte de su fiesta de día del niño (y la no mencionada niña), que además incluía piñata, pastel, dulces y otro número bastante intenso.
Este otro número se empezó a gestar dentro de la casa, que fungia como vestidores justo al borde del escenario de cemento, usualmente corredor. Dos jóvenes hombres, quizás un par de años menores a mi, corrían de un lado a otro, y volaban tacones, faldas, vestidos, maquillaje, hasta que al fin los vi de pie en la puerta, listos para salir a escena, empezó a sonar música muy fuerte, y los dos muchachos, disfrazados de mujeres, salieron frente a los niños realizando gestos estereotipicamete femeninos en una presentación que haría parecer a los transformistas más profesionales unos conservadores. El público, en el que también habían adultos, empezó a reir, por ver a estos dos chicos, en sus papeles de mujeres, mover el culo contra ellas mismas o contra la pared, mientras se escuchaban entre risas, cosas como "mirá que maricón", "jaja se vistió de mujer", y un sin fin de comentarios solo superados por el estridente parlante de un equipo de sonido de principios de siglo.
El acto terminó, y la gente aún reía después de que los jóvenes, entraban a la casa rápidamente a quitarse sus disfraces de mujeres, con la cara más roja por la pena que por el maquillaje. A mi me costaba comprender (y aún me cuesta) porqué un hombre vestido de mujer causa gracia alguna y porqué "ser mujer", es un insulto, pero era tiempo de servir el pastel y yo no puedo detenerme a realizar analisis sociológicos en media fiesta del día del niño ("y la niña" grita una voz dentro mío) porque primero, había que atender al público con la comida, y segundo, porque estudié turismo. Llegado el momento de sentarse tranquilamente a degustar postres dulces con alguna música suave de fondo, me relajo un poco más, hasta que de pronto, se escucha una banda marchar por la calle.
Justo esa noche, la escuela de música del Lice nocturno Juan Santamaría desfilaba por la calle como forma de ensayo general, preparandose para la marcha del día de la independencia, al frente de la banda, marchaba un chico con un bastón, vistiendo un pantalón muy ajustado, con una camisa de lentejuelas y con comportamientos muy femeninos, menenado las caderas al ritmo de los redoblantes que le seguían tan solo, un par de pasos atrás. Cuando tal espectáculo pasa justo al frente de la casa, se produce una reacción en cadena, y todos los niños (y niñas) dejan de comer y se van a mirar más de cerca, "¡El que va al frente es maricón... como los payasos!" grita un niño, provocando inmediatamente la risa del grupo y la burla de más frases, que solo reproducían lo que los adultos dijeron solo unos minutos atrás. Haciendo sentir muy incomodo al jóven que dirigía la banda y que indudablemente tenía más ritmo que los otros dos "payasos" anteriores.
La fiesta continuó, con helado, regalos y la debida despedida, pero yo... Ya no pude sonreir más esa noche. |