Peter fue un niño solitario. Llego a este mundo de forma inesperada, nadie contaba con él. Sus padres ya mayores habían satisfecho con creces sus ganas de paternidad con sus cinco hijos, tres hombres y dos mujeres ya mayores de edad.
Ahora estaban en esa edad en que las preocupaciones y deberes se van relajando y empezaban a vivir un poco para ellos y a disfrutar de la vida.
Este niño no entraba dentro de sus planes, lo aceptaron porqué había que hacerlo, como se acepta un grano en el culo o una pierna rota.
Creció sin sobresaltos, sin dar guerra ni llamar la atención. Era un niño bueno, callado hasta la extenuación, solo hablaba cuando le preguntaban algo y su voz era apenas audible.
El sabía que no era querido, que lo aceptaron sin más, que le trataron bien para salir del paso y sacarle adelante como a los demás hijos pero siempre faltó calor y corazón El tiempo pasa y va curando heridas; otras quedan abiertas; supuran el alma y la van arrinconando en un rincón donde nadie la puede ver. Peter cada vez más escondido, replegado en sí mismo, ocultando al mundo su valía, caminando por una vereda oscura donde nadie la puede ver.
Hasta ese día en que de forma rauda apareció ese otro yo. Llego feroz, indomable y se apoderó de su vida. Solo deseaba calor, un poco de cariño sincero, solo eso y no es mucho pedir.
Calor, corazón...Peter hoy se abraza, llora, se reconoce y se abraza. |