DOS CARTAS PARA EN SEÑOR SOL
Andrés, con gran tristeza, veía a su buen padre cortando la caña bajo el sol infernal de la aldea. Cómo sudaba el pobre y cómo lo azotaba el capataz cuando se arrastraba a protegerse bajo las sombras de algún árbol.
Un día, llorando, Andrés tomó un papel y un lápiz, y le escribió al sol.
“Señor Sol:
Le ruego por favor que cuando mi papá esté trabajando, no mande sus rayos hacia él. Sufre mucho. Suda harto y se cansa demasiado. Y cuando él busca a las sombras para protegerse, el malo del capataz le pega duro. Eso nomás le pido, no lo queme a mi papá. Gracias señor Sol por leerme. Adiós”
Ilusionado, Andrés dio la carta a una mariposa para que le entregara al sol. La mariposa voló apresurada pero nunca más volvió.
Pasaron los días y todo seguía igual. Los rayos del sol seguían lastimando a su padre. Andrés pensó que quizás la mariposa se perdió y no pudo alcanzar la carta al sol.
Hasta que un día ya no pudo más su papá y murió arrastrándose hacia una sombra.
Lloroso y terriblemente triste, Andrés volvió a escribir una carta al sol:
“Señor Sol:
Hace tiempo le mandé una carta con una mariposa, pero seguro que ella se perdió y usted no pudo leerla. Yo le pedía a usted que por favor no mande sus rayos a mi papá, porque él sufría mucho. Usted hubiera visto cómo sudaba y cómo se arrastraba con la lengua afuera, buscando desesperado una sombra entre los cañaverales.
Mi papá murió ayer. Y es que los rayos de usted queman demasiado. Yo le escribo ahora para pedirle por favor que deje de quemar a las personas buenas como mi papá. El trabajaba duro para darme de comer.
Eso nomás le pido, señor Sol, gracias. Adiós”
Un cuervo, que era su amigo, al amanecer voló de inmediato con la carta y por la noche volvió sonriente de cumplir su misión.
Desde el día siguiente, nunca más volvió a salir el sol en la aldea de Andrés.
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