Envidio tu vida perfecta y triste.
Tu miserable quieta y torpe vida.
Envidio tu suerte indeseada y tu felicidad amurallada, esa que se nubla cuando la marea se agita.

Envidio tu querer incomprendido,
con esbozos fingidos de sonrisa,
tu caminar pausado y cabizbajo,
los suspiros que se escapan con la brisa.

Envidio
- envidio tanto -
tus mañanas frías
tus tardes grises
tus noches incompletas;
noches que se sellan con cervezas,
congas,
pipas;
sábanas de sexo y agonía.

Envidio -si-
la perfeccion de tu existencia
tu maldita
infame y moralista rectitud.
Todo cuanto tienes envidio
me corroe tu opaca,
sutil y contenida vehemencia.

Envidio el conformismo que aqueja a tu alma.
Tus sueños representados en colillas que se encienden, se fuman
y se apagan.

En sintesis, mi querido compañero de cuentos inconclusos,
envidio toda la serie de secuencias incompletas
- que quisiera completar -
y que conforman tu vida.
Esta vida tuya que te mueve a no moverte.
A concluirte siempre en el mismo lugar
a aferrarte al exilio absoluto
de todos los adjetivos posibles que califiquen una opción,
una alternativa firme de mi

- a tu lado-.