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La Ventana



No cayó. Las nubes decidieron no exprimir sus penas sobre la ciudad, y no llovió esa noche.

Una luz en una de las ventanas del edificio que se yergue como el vigilante de la noche, desentona con las demás. Todos duermen.

Casi son las tres de la mañana.

Fijo mi mirada en el árbol en la acera, no enciendo las luces, me distraen.

Y recuerdo al ver las hojas del árbol esa sonrisa que plantaste en mi recuerdo la otra noche, y miro como se mueven las hojas y siento tu mano cómo se posa sobre la mía accidentalmente. Tu tibia piel, tu textura psicotrópica: quiero más.

Tu divertida risa, tus ojos iluminando despiadadamente el lugar, tu cabello coronando a la perfección tu cara.


Las nubes en el cielo empiezan a correr con el viento y dejan asomar a la luna.


Tu boca. Tan diminuta que no entiendo como puede ser tan exacta; tus labios se mueven como si fueran el lento bailar de las olas de un tranquilo océano. No resisto, quiero navegar en ellos, pero no tengo barco.



Se oyen perros ladrar, el sonido de los ruidos nocturnos urbanos desvían mi mirada hacia el farol de la esquina; imagino al farolero que caminaba por las calles del siglo pasado a encender con su fuego e iluminar la calle, y lo dibujo con su caminar, su andar…


Tus pasos, despreocupados, apurados, divertidos; como si se tratara de querer enseñarle al mundo que estas aquí y no te detendrás, que no hace falta ser un poderoso tractor para abrir brechas, como lo hacen tus majestuosos pasos.








Y miro la ventana de cerca y mi imagen se refleja, se asoman las flores del jardín.


Tu nariz, si tu nariz supiera cuántas veces al mirarte de cerca me he imaginado mordiéndola, seguramente saldría huyendo. Y la pienso haciéndola mía, arrebatándotela para que estés siempre en mí, conservar su perfecta simetría con tus ojos, esos ojos que son como una broma de Dios, quien volteando me dice: ¿verdad que existo?


Los Grillos, los ecos, los sordos sonidos de la noche llegan y me permiten añorar tu voz, esa tan envidiosa, tan presumida, tan plena, tan vanidosa, tan escasa, porque la deseo escuchar todo el tiempo, pero no me dejas, y la quiero escuchar cada que mis duendes se apoderan de mi tranquilidad.


Cae la madrugada. Otra luz se enciende en el edificio. ¿Insomnio? ¿Ansiedad? ¿Hambre?... ¿A qué se levanta una persona a esa hora de la madrugada?...


No sé, quizá solo a mirar a través de su ventana.


Texto agregado el 26-05-2015, y leído por 146 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-05-2015 Hermosas tus letras como siempre. rhcastro
27-05-2015 Artesanía de la palabra es tu relato . autumn_cedar
27-05-2015 Esas noches son las que mas recuerdos nos traen. elpinero
27-05-2015 Excelente cuento y excelente mirada reflexiva sobre la soledad. En lo formal hice un comentario anterior para que lo tengas en cuenta respetuosamente. NeweN
27-05-2015 "Una luz en una de las ventanas del edificio que se yergue como el vigilante de la noche, desentona con las demás. Todos duermen." Es un narrador tercera persona que ve la ventana desde fuera, y luego desaparece. NeweN
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