EL CARGADOR NUESTRO DE CADA DIA
Al igual que el pan nuestro de cada día, nuestro cargador de celular se ha vuelto tan imprescindible en nuestra vida cotidiana, que ya no es posible vivir sin él. Olvidarlo en casa, por salir apurado a cualquier parte, es ya toda una tragedia. Porque ya el internet es nuestro pequeño mundo desde hace poco y para siempre.
Imaginemos que estamos en el trabajo y nuestro querido cargador abandonado en nuestra cama o sofá de la casa. La angustia que generaría estar sin él y ver cómo nuestro celular se va descargando de a poco,.agonizando lentamente, hasta que el pobre ya no puede más y se apaga del todo. Con su muerte momentánea, nuestro mundo se oscurecería dolorosamente. ¡Qué terrible por Dios!!
Ya no veríamos las novedades de nuestros contactos, sus últimas fotos y comentarios de toda índole. Ya no nos alegraríamos con los "Me gusta" que recibiríamos por todo lo que colgamos. Ya no nos daríamos puñetazos o cabezazos digitales con nuestros "adversarios" por cuestiones políticas, deportivas o religiosas.
Y la desesperación de los infieles (de jalarse los pelos) de no poder mandar o recibir los tiernos mensajes o las fotos cariñosas de sus "trampas" ¡Eso sí que debe ser para morirse! Me imagino, digo yo.
Por eso, quienes hemos tenido estos horribles avatares que acarrea olvidar nuestros cargadores, hemos tomado precauciones tan insólitas como necesarias, por el bien y la paz del espíritu entretenido, complacidamente sumido en ese Universo de las redes como el Facebook que nos despierta pasiones, alegrías, sorpresas, tristezas e ilusiones.
Algunos, por ejemplo, han optado por colgarlo junto a sus llaves por siempre. Otros les han suplicado a sus hijos, esposas o madres que les recuerden antes de salir, una frase que debe ser imperante: ¡TU CARGADOR!
En mi caso, antes de salir, me he impuesto cuatro mandamientos que recomiendo, muy eficaces, hondamente impregnados en mi memoria: 1) Billetera (en él, mi tarjeta de tren y documentos) 2) llaves, 3) mi lonchera y finalmente, sobre todas las cosas, el cuarto mandamiento: mi adorado y larguirucho cordoncillo negro llamado Cargador, bien metido en mi mochila.
Pero hay quienes han llegado al extremo de colocar un letrero en sus puertas (al estilo de los macondinos durante la peste del olvido) con unas letras inmensas, diciendo: NO OLVIDES TU CARGADOR.
Así es. Tan vital como el agua, el aire o el pan, es el cargador nuestro de cada día.
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