Aparentemente no hay ninguna relación entre el más grande matemático que haya existido sobre el rostro de esta Tierra y mi viejo bastón de cerezo. Pero estoy equivocado, porque hoy perdí el bastón. Es el hecho más relevante de este día.
En la vida y en la muerte de Arquímedes ocurrió un hecho curioso, que en realidad son dos: es sabido, al menos yo lo sé, que este sabio griego descubrió (en la natura las cosas se descubren, no se inventan) que si se compara una esfera a un cilindro que la contiene exactamente, la relación es de dos tercios. Y la relación entre los volúmenes también es así (dos tercios).
De aquí parto para engancharme a los dos hechos curiosos que le ocurrieron al sabio de Siracusa: uno en vida, el descubrimiento, y el otro en su muerte: la lápida de su tumba.
El primero, fue la inmensa felicidad, la desmesurada felicidad que solo mentes de esa altura pueden percibir en sus emociones: su descubrimiento.
Pidió a sus contemporáneos, que en su tumba fuese esculpida una esfera dentro a un cilindro, con el siguiente escrito: Dos Tercios.
El segundo hecho: El tiempo se devoró la lápida, pero esta corrosiva y natural circunstancia generó un tercer componente de esta historia: La Belleza.
Su Teorema es INMORTAL.

¿Y el bastón?
Pues lo dejo para próxima píldora homeopática.