Desperté confundido, con sudor en mi frente, mi corazón palpitaba fuerte como sonidos de tambor. Desperté queriendo crecer, ya no quería ir al preescolar para hacer estupideces de niños, quería hacer cosas de grande, como leer grandes libros, salir de noche y poder dormirme hasta más tardar de las diez, quería libertad e independencia, no quiero más que mi mamá me sirva mi comida, yo quiero cocinar, quiero yo vivir la vida. Tengo cinco años y me siento como de veinticinco. La niñez es bastante aburrida.
-Hijo, disfruta esta etapa de tu vida, es por eso que la vida se segmenta en etapas… hay veces que no tienes que entender los por qué, sino que sólo tienes que vivir las cosas, no cuestionarlas tanto.
- Lo sé papá, pero me ofusca el saber que mi hermana puede hacer más cosas que yo.
Mi papá me acostó, me leyó mi cuento favorito y me dejó durmiendo feliz, ya que mañana era viernes, y los viernes son los días de pintar con lápices de cera.
Desperté confundido, con sudor en mi frente, mi corazón palpitaba más fuerte que el corazón de un niño de cinco años comparándolo con los sonidos de un tambor. Hoy es viernes, tengo prueba de Cálculo en la Universidad.
-Que daría por tener cinco años de nuevo –exclamé mientras me miraba en el espejo del baño.
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