Conoció a Marcus Tosín con su segundo libro, The black sky and the brown grass; se los prestó una amiga de apellido Padilla. Desde que leyó el primer poema quedó flechada con la lírica del escritos estadounidense. Devoró ese volumen de 263 páginas en menos de una hora. Corrió a internet para buscar el primer libro de su ahora poeta favorito. Lo buscó en el portal de Gandhi y encontró Yellow Subway en 320, en el Sótano igual, en Porrúa lo tenían en 350; en Mercado Libre había ofertas en 200 pesos pero estaban hasta Monterrey y Yucatán. Su último recurso era el callejón de la Condesa; si no lo encontraba ahí sería el fin de sus esperanzas.
Fue un sábado 13 de diciembre a las cuatro de la tarde al dichoso callejón; recordó que una vez leyó una crónica sobre ese lugar en un blog llamado Chilango Travel; lo firmaba un tal A.A. G. Y se titulaba "La informalidad como guardiana del pasado".
El primer puesto sólo vendía literatura conformista: Verónica Roth, Susan Collins, Blue Jeans, John Green, etc. Uno que otro clásico bajo el sello de una editorial inferior; libros de los 60's en perfecto estado y unos no tanto; niños desde seis años hasta señores pasados de los 70.
ELLA se detuvo en un puesto atendido por un joven no mayor de 25 años.
Observó los ejemplares; aquél no podía más que dame 100 pesos si ése te sirve, amiga, cada que ELLA tomaba un libro.
De entre ese pasillo concurrido sobresalía un hombre negro que usaba sotana; su apariencia no inspiraba respeto, de hecho evocaba a Zamorita o algún cómico cubano precastrista. Cuestionaba a cuanta persona se le pusiera enfrente. No hablaba de cosas religiosas o intentaba de convencer a alguien de entrar al-rebaño-del-Señor. No. En vez de eso repartía folletos del genocidio armenio de 1915.
ELLA intentó ignorarlo a toda costa; se hacía de la vista gorda. Fue huyendo (no hay otra palabra para eso) hasta que llegó al último tenderete. Su mirada cayó exactamente en un libro de tapas cafés con la fotografía de una mujer de pelo corto, chaqueta de mezclilla, pants, sentada totalmente sola en un vagón de tren; los asientos eran amarillos y el piso color hueso. Encima de la foto, con letras Century Schoolbook decía YELLOW SUBWAY.
—¿Cuánto cuesta?—preguntó ELLA.
—Ése lo tengo en 250, amiga—respondió en vendedor. El precio seguía sin convencerle del todo.
Al lado del tomo estaban otros libros del escritor norteamericano; éstos se llamaban The Specialist, Workshop, Ain't the man, The Poor Citizen y God and Me.
Preguntó por el precio de los demás. Descubrió que la mayoría estaban en menos de 100 pesos; se resignó a conseguir la primogénita y mejor se llevó The Poor Citizen y God and Me; como se llevó los dos el precio se redujo a 180.
Una vez que ya tenía los dos tomos en sus manos se fue caminando hasta la Alameda, despoblada totalmente, sólo una que otra persona se atrevía a pasar por ahí. Se sentó debajo de un ahuehuete y comenzó a leer los poemas de Tosín.
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