Lo leí en un periódico; no recuerdo si en El Universal o en Excélsior, no sé con exactitud. Lo que sí puedo asegurar es que estaba sentado tranquilamente en el Café La Habana cuando ese extraño señor se me acercó y me dijo pinches corruptos, ¿verdad?
Me llamo León Toral, dijo él. Como el que le disparó a Obregón, dije yo. Él es mi padre, respondió el extraño individuo de medio bombín.
Me explicó que era un mito eso de que lo fusilaron. En realidad sobornó a los policías que lo capturaron, tomó un tren en Buenavista hacia Baja California, se estableció en un pueblito llamado Santa Bárbara y formó una familia con María Encarnación. En 1934 nació este extraño personaje que ahora también toma de mi café cargado doble.
¿Y cuál es tu apelativo?, me preguntó. Le dije mi nombre. ¿A qué te dedicas? Estaba pensando decir que mi oficio era escribir, que me había publicado la revista Factum y que estoy en un concurso organizado por la Embajada de España, pero me limité a decir que estudiaba la preparatoria. ¿Y qué haces tan temprano aquí?, me volvió a cuestionar. Bueno, dije un poco nervioso, mis clases terminaron antes de lo normal. Estaba nervioso, por qué carajos estaba nervioso, no es que él sea alguien que tuviera caché como para no saber qué decirle, o sea, lo conocí hace 10 minutos.
Se quitó el medio bombín, lo colocó en el respaldo de la silla.
Te veo angustiado, hijo. ¿Tienes algo que quieras contarme? ¿Qué? No tengo una completa idea de quién es y ya se está como todo un amigo, qué digo amigo, como todo un padre. No sé si es de aplaudirse o asustarse. De inmediato le dije no, no tengo nada. Pamplinas, tú estás triste por alguien, dijo señalándome con el dedo índice. Pinche viejo, pensé, ahora falta que me diga que también puede leer los problemas de la gente con solo beber su café o sentarse a su lado. No, enserio, no tengo nada, insistí. Mira, hijo, no nos hagamos pendejos. Bueno, está bien, dije exaltado, sí tengo un problema y sí es por alguien, sentencié. Ya ves que no difícil. Sí, difícil, mendiga momia metiche, dije sólo en mis neuronas o lo queda de ellas.
Me dijo que empezara a confesarme; mi idea era inventarle una mentira con tal de que dejara de chingar, pero necesitaba contarle a alguien, no sé, quien fuera. Me descosí totalmente. Le conté toda mi historia de amor y cómo terminó ésta. Parecía verdaderamente interesado en mi problema; en ningún momento me quitó sus ojos azules (¿Toral tenía los ojos así?). Terminé, casi al borde de las lágrimas. León se acabó mi café, se limpió los labios con un pañuelo negro que sacó de su abrigo, lo volvió a guardar, mi miró directamente y comenzó:
—Mira. Por lo que me cuentas ELLA en verdad te quiere, por más actitudes de falta-de-importancia que presente siempre, o por lo menos un ratito, te va a querer. Lo que no logro entender bien a bien es el motivo por el que tuviste que decir adiós, o sea, ELLA sí te trató de una manera peculiar, por no decir estúpida; pero tú eres lo suficientemente capaz para sobreponerte a esas cuestiones, digo, a fin de cuentas la quieres. Pero bueno, fue tu decisión. Si aquel hijo de puta se entrometió en lo suyo y ELLA lo permitió es señal de que tenía dudas de ti, dudas de su relación, por eso es que admitió que ese buey, como dicen los chavos, entrara en su relación. Tú tienes más potencial que ése. Ahora, su lista de errores. No te compliques la existencia, chavo; los errores son los que definen una persona. Bien. ELLA nunca te dijo que los cambiaras, sólo dejó que todo fluyera. Me atrevo a decir que esos errores fueron lo que le agradaba de ti. Aún es tiempo de que vayas a buscarla, aquí lo interrumpí y le dije que no la quería volver a ver el resto de mi vida, que incluso ya hasta le devolví todos los libros que me regaló y ELLA hizo lo propio. Perfecto, ya estás cerrando ese ciclo. Y si no es indiscreción, ¿qué libros se regalaban? No tenían muchos autores en común: Martín Moreno,Pacheco, Fray Bernardino, el predilecto Bolaño, Marcus Tosín, Mijail Krákov, Poniatowska, etc.
León vio su reloj, uno de oro, chiquito, un poco arruinado por le visible tiempo de posesión. Respiró y dijo ya debo irme, hijo. Te deseo toda la suerte del mundo. No. Te deseo éxito. No dejes que esto te afecte, digo, no hay vuelta atrás, pero al menos puedes aminorar la carga. No se te ocurra ir a buscarla, por favor. Agárrate de los ya sabes y no la riegues, finalizó. Se volvió a colocar el bombín y salió como Juan por su casa.
Quedé solo. Reflexioné sobre lo que el hijo del asesino de Álvaro Obregón me acababa de decir. Vi el fondo de mi taza y sólo quedaba azúcar morena revuelta, restos de lo que hace un rato era un café cargado doble. Por cierto, ¿qué fue lo que leí en el periódico? |