¿Alguna vez has creído en el destino? Es curioso, ¿no? Ni siquiera sabemos exactamente qué es esa cosa; algunos ilusos creen que todo, absolutamente todo lo que les pasó, pasa y pasará ya estaba escrito por sepa quién. No me atrevo a decir que están del todo equivocados, sólo que exageran y no hacen nada de provecho y/o útil porque pase lo que pase, hagan lo que hagan, algo o alguien ya decidió todo. ¿Es estúpido, no?
Perdón si vuelvo a parecer pragmático, pero sólo creo en eso como algo lógico, o sea, el destino de un moribundo es fallecer, el destino de una persona que estudió mucho para un examen es pasarlo.
No creo en esa gente que lee, o finge leer tu destino: "tú vas a ser rico, hijo; serás más poderoso que Gates", pero ése trabaja de burócrata y se gasta las quincenas en una cantina cerca de la dependencia gubernamental.
El destino es sólo un maldito invento para que los pendejos sigan revolcándose en su conformismo.
Instituciones como la iglesia se aprovechan de ésos para engordar sus arcas. Las mentes huecas creen que su vida está resuelta al 100 por ciento y no hacen nada para virar el timón.
Aunque, bueno, mi teoría no cubre cuestiones amorosas. Ahí no puedo decir que todo es parte de una causalidad; más bien aquí hay que doblar las manitas y abrir un poco más la mente porque, siendo sinceros, un amor sin casualidades no es tal cosa: ¿Qué hubiera pasado si ese lunes no te encuentro en el Zócalo? ¿Qué pasa si mando muy lejos al desgraciado de la pancarta y no lo ayudo? ¿Qué pasa si yo no voy a la manifestación? Creo que el amor y mis teorías no se llevan bien. Esto sólo lo escribo por eso que me dijiste ayer de que hay una fuerza superior fuera de nuestra comprensión. Tal vez tengas razón. Este mundo es tan impresionante; tiene de todo, nos da a manos llenas y, por qué no, también debe haber algo místico, a lo mejor y hasta mágico.
¿Ya te dije que vivimos en un mundo maravilloso?