-Creo que sí soy yo.
-¿Qué haces por aquí?
-¿Qué parece que hago por aquí?
-Uh, vaya humor.
-Me disculpas, tengo una emergencia.
Salió corriendo al fondo a la derecha.
-Señorita-dijo D-, tráigame una ensalada con jamón y mango, es para el que acaba de entrar al baño, viene conmigo.
D era de esas personas que podía hacer cualquier cosa por sus amigos. Una vez su amiga H cayó en los separos durante una marcha; no tenía a quien pedirle ayuda y la única persona que le respondió el teléfono aquella noche fue D. Pagó la fianza.

Cuando ÉL salió del baño D le dijo ven, siéntate. Cómo crees, dijo ÉL, tú ven y aplástate, no te pregunté. Se sentó enfrente suyo.
-¿Cómo has estado, desgraciado?
-No me ves.
-¡Ay, ya! Quítate esa apatía, parece que la vida te ha tratado mal.
-No mal, lo que le sigue.
-¿Problemas con ELLA?
-Tal vez.
-¿Cómo que tal vez, tienes broncas o no?
-No quiero hablar sobre eso.
-Está bien, de qué quieres hablar entonces.
-De cualquier otra cosa.
-Ayer leí un pedacito del quinto capítulo.
-¿Qué te pareció?
-A pesar de que es otro capítulo de relleno me gustó mucho.
Alguien alabó mi trabajo, a huevo, dijo ÉL.
-Creo que me está gustando.
-Bueno, al menos alguien dice eso.
-¿A ELLA no le gusta?
-Sí le gustan pero algunos no le agradan del todo.
-Mm, ya.
Interrumpiendo el consumo de su ensalada vio de frente a D, le sonrió, dejó caer el tenedor e interrumpido por la lechuga y el mango dijo:
-Vamos a hacer algo.
-¿Qué?
-De ahora en adelante tú vas a ser la única que lea los capítulos antes de publicarlos.
-¡¿De verdad?!
-Sí.
-Gracias, gracias, gracias.
-De nada, de nada, de nada-dijo sonriendo ÉL.
-¿Te gustó la ensalada?-preguntó D.
-No sabía que el mango se podía combinar con el jamón. Es irónico-dijo ÉL apartando semillas de girasol en la ensalada-: cómo le pones embutidos a una ensalada si se supone que es un restaurante vegetariano.
—Hay muchos pseudovegetarianos o semivegetarianos, como tú comprenderás, que no pueden dejar de comer carne por más inspiración que tengan; las ensaladas con carne son para gente que quiere aparentar; son como los chairos que se sienten revolucionarios sólo porque llevan un libro de Marx bajo el brazo pero en su vida han abierto ese libro; en las marchas ves personas gritando consignas POR UN GOBIERNO OBRERO CAMPESINO Y POPULAR pero en su mísera vida han cargado zacate, han arreado vacas o de a perdida han cuidado gallinas. ¿Entiendes?
Mirándola con ojos serios y tal vez un poco enojado asintió con la cabeza. No tenía más que la razón. Ante esto cambió el tema radicalmente sin preocuparse de la imagen de ratón encerrado que dio:
—Entonces, quinto capítulo, ¿no?