Su pequeño mundo era de apenas murmullos y sueños. El ambiente acuoso en el que se desplazaba le brindaba regocijo, pues se movía en su interior cual si no hubiera gravedad. Al enviarlo allí, sus superiores le dijeron que se preparase, porque al salir de aquel grato ambiente todo cambiaría y se vería enfrentado a innumerables desafíos y peligros, pero que no sintiera pesar ni temor alguno, porque todo valdría la pena y tendría un objetivo final importante. Le dijeron que era un paso esencial y que aquel viaje lo catapultaría a un nivel superior. Eso lo alegró sobremanera, pues tenía la secreta ambición interior de conocer aquello de lo que todos hablaban; un mundo perfecto, sin necesidades, sin dolores, sin miedos.
Paso un tiempo por él incontable, al no tener referencias de días y noches, todo le parecía igual. En ocasiones había murmullos más cercanos, en otras eran apenas audibles… mas de pronto todo cambió; vio acercársele de forma veloz una suerte de luna de plata que estuvo a punto de colisionar con él, pero sus reflejos actuaron. Volvió a ver que el objeto se acercaba de forma violenta y se volvió a alejar pegándose a las paredes de su mundo, ya no tenía a dónde huir o esconderse y la luna le rasgó una extremidad, luego otra y otra, ¿Qué pasaba? ¿Acaso esta era la forma en que sería llevado al otro mundo? - pensaba- retorciéndose de dolor. Tomas había decidido que sería un niño bueno, su madre había decidido otra cosa.
M.D |