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Elegancia


En cuanto entré a la confitería, algo en él llamó mi atención. Aún no estoy segura si se trató de su indumentaria o de algo que irradiaba su persona. Busqué de sentarme cerca a fin de estudiarlo, según acostumbro hacer para mis cuentos. Conseguí un lugar en una mesa vecina. Lo observé, y era realmente todo un personaje. Cuerpo fornido, cara recia y limpia, iba de punta en blanco, impecable. Vestía pantalones y camisa de puro lino azul oscuro, calzado de piel y saco blanco de lino. Tenía un “attaché” o portafolio de auténtico cocodrilo sobre la mesa, desplegado ante su vista. No me fue posible conocer sus ojos, ni su mirada, ocultos tras finos lentes de cristal gris fumé. Terminaba su atuendo, un costoso pero sobrio reloj. Lo más curioso de su persona era el cabello que en pleno siglo XXI, llevaba engominado. Al estar sentada tan cerca, me llegó el aroma de su perfume de hombre, fresco y discreto.

Pedí un cafecito al mozo que se acercó, y pude ver cómo su compañero servía en la mesa de al lado, una merienda en extremo abundante y surtida. Llamó mi atención el hecho de que se colocara una servilleta al cuello. Imaginé que por ser tan pulcro en su persona, cuidaba todos los detalles pese a no evidenciar educación. Mi sorpresa fue mayor cuando noté cómo ingería casi sin descanso, un croissant tras otro (conté más de media docena), engullidos rápidamente con grandes tragos de té con limón. El sonido al sorberlo era tan alto que me impedía escuchar otra cosa.

Debo haber quedado literalmente con la boca abierta al ver más tarde, sacar de su attaché de cocodrilo, varias bolsas de nylon y proceder a llenarlas con los croissants y scones abiertos, rebosantes de manteca y mermelada de durazno. En ese momento se me ocurrió pensar que de niño debió haber sufrido hambre, o que tal vez llevaba esas vituallas a una pareja que lo aguardaba fuera. Por suerte tan ocupado estaba en esos menesteres, que no se percató de mi curiosidad.
Al minuto, el camarero le alcanzó un licuado de frutillas que chorreó limpia y generosamente en gran parte de su camisa de lino azul, pese a la servilleta.
Reconozco ahora que el señor sabía lo que hacía al colocársela al cuello, aunque quedó corto. Confieso que dicho señor bajó ostensiblemente en mi ranking privado, al juntar luego todas y cada una de las miguitas esparcidas sobre la mesa, y echárselas a la boca que las aguardaba como al Santo Grial.

Más tarde me pareció escuchar un sonido similar a un eructo, que en Arabia hubiese sido un motivo de festejo por el homenaje que hacía a la comida, pero acá, en pleno Palermo Chico de Buenos Aires, quedaba como lo que era: una franca grosería.

Cuando me retiré del lugar, alcancé a escuchar su discusión con el mozo por unos centavos. Realmente la ropa no es suficiente para prestar clase e hidalguía al espíritu.
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Cómo la conocí

Estaba una de tantas tardes en uno de esos cafés al paso, sentada en una mesita al lado de la ventana. Porque si van a hacer lo mismo un día, desde ya les digo, vayan al lado de una ventana, así observan pasar toda la “Corte de los milagros” (o casi).

Esa tarde no fue necesario mirar hacia fuera, entró al salón una señora muy emperifollada pero de una forma extraña. Antes de sentarse, dejó caer en una de las sillas de la mesa vecina a la mía de la derecha, una cantidad inusual de bultos, entre paquetes, bolsos, carteras, paraguas y demás bártulos. La mayoría rodó debajo de la mesa. Luego se tomó un tiempo, como para medir la distancia entre su persona, la gravedad y la silla de madera, para dejar caer luego toda su humanidad desplomándola en la silla aguantadora, con un resoplido – Ffffffiú…. – descansando finalmente de tanto trajín al parecer. Traté de no mirarla demasiado, pero la curiosidad se impuso, porque su vestimenta era por demás original. Llevaba zoquetes verde rabioso, y calzaba unas ojotas coloridas con dibujos de palmeras y soles caribeños. Lucía varias faldas, o tal vez fuera simplemente el forro que asomaba bajo el ruedo, una de ellas. La pollera de arriba, era de un tono gris plomo con voladitos que alguna vez, habían sido blancos con seguridad. Bajo sus faldas y por encima de los *zoquetes verdes sin madurar, tenía unas calzas marrones tan ajustadas, que asomaban por debajo de las mismas y por encima de los zoquetes, unas masas de carne bien roja e inflamada. Prosiguiendo con su atuendo, llegamos a la zona de la cintura - zona peligrosa en verdad - porque caía en cascada, subdividiéndose en cuatro o cinco porciones de grasa zigzagueante. El cuello debo confesar que comenzó a dolerme, me encontraba en una posición algo incómoda, pero todo vale a la hora de la verdad (y de la curiosidad). La seguí mirando con cierto disimulo, pero era algo inevitable, imagínense En la parte superior, conté no menos de seis prendas superpuestas de todos los colores y texturas, cortísimas. Se acercó el mozo a preguntarle qué se servía y pidió un vaso de agua por el momento, nada más. Era lógico, hacía un calor bochornoso y húmedo, aunque dentro estaba más fresco. Por su cara corrían ríos de transpiración, llevándose parte de los colores que se había colocado horas antes sin duda. Se debe haber sentido observada porque me miró con sus ojos orlados de pestañas postizas, y quedé sin poder moverme. ¡Tenía una mirada de criatura tan fresca, tan pura e inocente! Esbozó una sonrisa por entre las mezclas de colores, lunares falsos y maquillajes superpuestos, una sonrisa por encima de sus labios mal pintados de rojo, y era la sonrisa impecable, deslumbrante, de una niña incontaminada, de una recién nacida…


Su alma quedó al desnudo, y la mía se hubiese ruborizado de haber podido... Así fue mi primer encuentro con la Señora D.



* En "buen argentino" Zoquete, significa: Medias cortas.


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Texto agregado el 19-05-2015, y leído por 262 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
21-07-2018 Jajajaa...recién me entero que fui elegida para ser publicada acá. Gracias de mi parte y de la Sra D, (parece que está algo emocionada, le corre cierta agüita en una mejillota). MujerDiosa
20-05-2015 Me gustaron hoy al igual que la primera vez que los lei.Gracias.Un Abrazo. gafer
20-05-2015 Ya las había deleitado, son historias muy lindas. krisna22z
20-05-2015 Me encanta que se distinga a mujerdiosa, sus publicaciones son letras deliciosas que incitan a aprender y seguir trabajando. La Sra D me resulta todo un personaje: creativo, inteligente, adorable. Felicitaciones!! gsap
20-05-2015 Si, ambos los había disfrutado cuando fueron publicados en home por mujerdiosa, son unos relatos exquisitos en todos sus detalles y descripciones. Me encantan. Repito las 5* jdp
20-05-2015 perfecta y honrosa distinción... seroma
20-05-2015 Están muy divertidos los textos. Es verdad que muchas veces las apariencias engañan. Gatocteles
19-05-2015 La historia es fresca y agradable. Me sacó una sonrisa el personaje por la espontaneidad de éste y su naturaleza alegre. Destaco lo bien lograda de las descripciones que hacen que el personaje actúe como si estuviese actuando en un teatro. Y sí, como apunta Granada, es como intentar colorear a las mujeres de Rubens. Buen texto, Full abrazo. Felicitaciones Y gracias por la invitación, Yvette. SOFIAMA
 
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