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L A C A P I L L A
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(Acuarelas Argentinas)
En la Estancia vecina y colindante a nuestra casa, que hallábase a algunas leguas de distancia donde el paisaje cambiaba tomando formas y colores diferentes (de largas praderas y escasas alturas, sobre un solitario espacio)... en esa extensa longitud casi plana y que contenía a la sierra sólo en el marco final, encontrábase la Capilla que había tocado en herencia a mi madre.
No nos atraía su paisaje vacío, su silencio con amenaza de pampa, ni comprendíamos las remembranzas de nuestra madre, quien en aquel arisco paisaje identificaba su esencia. Nosotros éramos parte del monte serrano, con su irregularidad, su variedad y su oropel. Niños crecidos en un entorno dinámico y colorido, con su barroquismo hecho de natura adonde estábamos identificados. Eras mi hermano mayor y yo la pequeña gurisa que seguíate por los senderos de pircas, entre talas espinosos y aromos de copos amarillos.
Pero la exótica capilla colonial cual un templo de juguete, producíame a mí en aquel tiempo, la fascinación del torreón en medio del páramo. Era ella en mi infancia una casa de juegos llena de muñecos, más mágicos, puesto que eran intocables.
Nuestra madre abríala con una llave áspera e inmensa, la cual aumentaba su misterio. Y a medida que descorríamos las fallevas de las ventanitas sin vidrio, la luz exterior deslizábase dentro de ella como un incendio, haciendo que su santoral colgante o apostado en nichos de adobe, cobrara vida y jugase mentalmente conmigo. Toda una infancia deseé arrullarlos en mis brazos y te pedí que los bajaras para mí... Ante la asombrada oposición de nuestra madre. Fue lo único que me negaste.
Como juguetes preciosos e inalcanzables pasaron en desfile por nuestros juegos, y cuando éstos concluyeron, admiré a tu lado la espléndida hermosura de las imágenes talladas en los templos de Potosí, con el artesonado elegante impreso por las manos indias. Me conmovieron por su serenidad, su drama o su alegría. Alegorías de un mundo no fenecido en el sentimiento y latente en esas obras de arte.
Pero nunca olvidé la Capilla de nuestra madre, quien como templo de juguete era para nosotros más grandiosa en su emoción, más intensa en sus reflejos vivos, más cautivante en su misterio... Porque éramos precisamente, más pequeños nosotros.
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Alejandra Correas Vázquez
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Texto agregado el 20-05-2003, y leído por 321
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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04-06-2003 |
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Mirá, en cuanto a la forma me perece buena, muy descriptiva y, por tanto, te situa bien en un espacio, sin necesariamente ubicarlo con exactitud de coordenadas. Por otro lado, en cuanto al tema, me parece mucho mejor. Me parece buena la forma en la que hablás de aquel lugar que sin ser lejano, pues estuvo siempre junto a tu casa, es misterioso en sí por lo que encierra. Me parece buena la comparación de nuestra eterna pequeñez frente al misterio, que nos sobrepasa, pero ¡qué necesario que es para nuestra vida! LAB |
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22-05-2003 |
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Realmente me envolvistes en tu relato, bien logrado. Te felicito... Bye. La_Pachamama |
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20-05-2003 |
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Tocayo Correa Correa
Como buen colombiano tu detallismo, no podía estar ausente
gracias por leer
Alejandra Correas AlejandraCV |
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20-05-2003 |
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Me vinculé apenas ayer, pero ya empiezo a opinar. Me gustó la historia, aunque el estilo lo siento poco ágil, como "encontrábase la capilla", en vez de "se encontraba la capilla"... Pero, sí me gustó, Alejandra. Javiercorreacorrea |
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