Hermanos lobos y caballeros, síganme, tomen sus armas y acompáñenme a la guerra. Puede que pierdan la esperanza algunos y a otros traten de quebrantarles el espíritu; pero yo os pido que jamás se rindan.

Sus rimas serán sus escudos, y su melancólica prosa, su espada. Ataquen sin remordimiento: acarÍcienlas como si fuese la ultima vez, besenlas hasta que los labios sangren y susurrenles en el oído cuánto las aman sin titubear.

No se rindan, mis hermanos, que, cual luna, podrá parecer inalcanzable, pero algún dia, despues de amarla incontables noches, ella descenderá y un delicioso beso os otorgará.

Sé que es difícil, este escritor ha vivido la desilusión en carne viva. Estuvo cerca de romper el corazón de tinta y algunos días hasta la paciencia por poco se ha perdido. Sin embargo, jamás me he rendido. Aún aullo a mi luna, todavia le envío poemas a mi dama a lo alto de su torre.