Era un pequeño conejo que saltaba y corría por las enormes praderas en busca de algo que jamás vio. Él busco aquel tesoro ciegamente; su corazón le susurró que ese era el amor y una vida tardó, pero nada halló.
Luego, en un solitario lobo se convirtió y él la vio. Una hermosa Luna fue lo que el joven lobo encontró, pero este lloró y lloró, dado que jamas la pudo alcanzar. Sin embargo, nunca se rindió, porque su corazón le juro que ese sería su verdadero amor y así una vida más vivió aullándole noche tras noche.
Al final, en un hombre se transformó. Un joven era él y allí, a dos pasos, la reconoció. Yo te vi y no tuve que escuchar a mi corazón para saberlo esta vez. Eras tú mi tan precioso tesoro oculto en la enorme pradera, eras tú mi inalcanzable luna en los cielos.
Te he buscado por mil praderas una vida, te llorado incontables noches otra más, cuando en lo más alto del cielo te escondías; pero al fin te puedo acariciar, te puedo oler y abrazar.
Le ruego, tierna ninfa, que no me haga esperar más. Me ha tomado tres vidas poderla encontrar, pero si usted lo desea, la podria esperar otras tres más con tal de un beso en los dulces labios le pueda dar y así conocer la sensación de amar. |