Se sentó cómodamente en una roca, en el interior de una cueva, apenas podía moverse sin sentir dolor, había recibido rasguños y algunos cortes, varias heridas considerables. No podía evitar sentirse compungido, los recientes acontecimientos venían como flashes a su memoria. Tuve que hacerlo, se repetía a sí mismo. Miraba sus manos, que eran del mismo color que la sangre que cubría su cuerpo, y decía: Eran muchos ellos y yo, sin opción, lo hice… recuerdo la cosa de tres ojos que venía directo a mí con furia asesina reflejada en la espada que sostenía en su mano derecha, la carne de un perro que me miraba con ojos rabiosos, ¿qué otra cosa podía servirme de alimento?, justamente la mujer que cojeaba, y los niños devoradores asaltaban el supermercado, el monstruo que rompía la vidriera con un martillo, un motociclista que recogía los vidrios y se los lanzaba a otro, una anciana que no paraba de arrojarle piedras a los coches que pasaban, y al policía que boxeaba con el taxista tuerto que chocó contra un poste de luz.
Su delirio crecía a cada instante, y gritó entre lágrimas: ¡Tuve que hacerlo! ¡Hay sangre derramada por mis manos! ¡No hay castigo suficiente para mí en la tierra! A la rubia recién casada que arranque sus brazos, al niño que sostenía la granada y me dio un pasaje de tren. A la niña morocha que tenía una pistola y una biblia y me dio un caramelo. Al tipo alto que me corría con un hacha alcanzando mis pies cansados. ¿Qué comer cuando no hay nada que comer? ¿Cómo salvarse cuando nadie quiere salvarse? Sus lágrimas querían rodar y aún no salían. Volvió a llorar desconsoladamente.
Sacó de su bolsillo un caramelo y dijo: recuerdo la sangre en sus rostros, sus cuerpos mutilados, sus ojos invadidos por la locura más encarnizada, a los enajenados de dientes afilados, ¿cómo podía yo saber que esos monstruos iban a comportarse del modo más salvaje?, no estoy loco, aún no lo estoy, yo lo sé, mientras conserve este caramelo en mí mano, la única cosa del mundo que vale la pena, mi ángel, un caramelo, mi dulce amor, un dulce, eres un dulce amor, quiero sentir tu dulzura aunque sea una vez más, y darte un beso de lengua.
Tuve que acabar con todas las bestias que vi en la jungla de asfalto, la locura enraizada en sus mentes, y más me costó acabarlos que entenderlos, la horda de violentos resistía estoicamente, todo era un caos en el mundo externo, malditos animales, no saben lo que hacen, yo te prometo mi caramelo que a ti no te perderé, no permitiré a nadie que te lastime, créeme sé por lo que has pasado, nos quedaremos aquí en la cueva tú y yo, mientras el mundo cae a pedazos en el abismo. No me importa. Están condenados, los paladines de la violencia no nos encontrarán fácilmente. No podrán contra la naturaleza, no podrán, la tierra respirará aliviada, y siempre habrá un archipiélago de amor para tú y yo.
Se dio bríos a sí mismo y elevando el tono de voz dijo: Todo volverá a renacer: las plantas, las flores, los peces y animales, todo, absolutamente todo. Habrá belleza y reinará la alegría y armonía, ya verás amor, los impíos ya no asesinarán en una guerra sin sentido. Te prometo que no tendré que acabar con sus vidas otra vez, al mundo lo soñaremos un hogar mejor.
Mientras miraba fijamente el caramelo que sostenía en su mano, continuó diciendo: Salvándote a ti mi dulce amor salvé mí alma, aunque tuve que bañarme con la sangre de ellos, mi sangre derramada no habrá sido en vano, tú no te preocupes que mi herida sanará, sabes que siempre lucharé hasta mi último aliento por ti, yo te cuidaré y abrazaré cuando el frío más intenso cale tus huesos y te soplaré aire frío cuando sientas el calor del infierno, nada nos faltará dulce amor mío. No he conocido en mi vida un caramelo más dulce que tú, eres mi santo remedio, esconderé tu dulzura en mi boca.
Ahora es mejor que salgamos de la cueva y ya verás, una nueva vida nos espera con los brazos abiertos, encontraré un hogar para nosotros, o lo construiré con el sudor de mi frente y mis manos trabajadoras, ladrillo a ladrillo, así sea en el campo o en la ciudad, podría levantarte un castillo.
Una voz retumbó en la cueva produciendo eco, gritaba: ¿hola, hay alguien? Sabía que debía esconderse en la penumbra, y ni bien vio su silueta movediza le clavó un cuchillo en la panza, le dio con una botella en la cabeza y lo golpeó con la roca, una y otra vez. Quedó una sopa de huesos rotos en un charco de sangre. Corrió a máxima velocidad con el caramelo en su boca, la fiebre aumentaba a cada paso, se detuvo y se echó al suelo.
Escuchó una voz lejana de mujer que gritaba: ¿Cariño estás aquí? Volvió a esconderse detrás de una roca, y esperó acechante como un leopardo a su presa. La mujer daría un paso más, cuando él la tomó por el cabello, y con una cuerda la jalaba hacia atrás intentando estrangularla, una mujer fuerte y luchadora, él, en cambio, había perdido sus fuerzas. Le pegó reiteradas veces con una caña de bambú en distintas partes de su cuerpo hasta que finalmente la usó como una estaca clavándosela en su boca y dijo: no te preocupes amor, esta vampira ya no podrá hacernos daño, huyamos de aquí, esta cueva ya no es un sitio seguro.
Llegó a una laguna, calmó su sed, y se limpió la sangre con un pedazo de pantalón. Es mejor que me lave, huelen la sangre y sienten el temor, será mejor que encontremos pronto la luz, espero no equivocarme en afirmar que esos eran los últimos especímenes amenazantes –dijo.
La luz de la tarde penetraba entre las rocas que formaban una abertura en la cueva, pisó el mundo externo y respiró aire puro. Chupaba el caramelo en su boca, el último dulce del planeta, y miraba atónito hacia el horizonte azulado.
Sobrevolaban unos helicópteros, desde un altoparlante a la distancia logró escuchar una voz estruendosa que decía: ¡Atención! ¡Atención! la situación está controlada, repito, la situación está controlada, están a salvo, por ahora la situación está bajo control.
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