ESPEJISMO
(2006)
Daniel se promovió con mucha rapidez dentro de los círculos de cibernética y después de haber terminado con éxito todos los niveles de Energía Cerebral estuvo apto para dictar junto con una compañera, su primer entrenamiento de Cibernética Social Uno, a un grupo de neófitos que debían enrolar ellos mismos.
En el proceso de búsqueda de candidatos, invitó a participar a Amanda, una vecina suya con la que se conocían desde niños. Aunque nunca fueron grandes amigos, pues ella era un poco mayor que Daniel, los separaban esas diferencias de edad que de adolescentes se notan mucho, cuando ella ya era mujer y él aun niño, pero que con el paso del tiempo se van disminuyendo.
Compartieron durante muchos años actividades comunitarias y de recreación en su barrio y en una ocasión coparticiparon en un proyecto para hacer una serie de conciertos de música clásica con la orquesta sinfónica en la iglesia de su parroquia.
Daniel veía en ella a la mujer perfecta, porque conjugaba una variedad de cualidades, desde un afable carácter y una perspicaz inteligencia, hasta una belleza de reinado internacional. Nunca lo reconoció ante nadie, pero siempre había sentido un profundo amor platónico por ella, aún desde muy joven cuando recurrentemente su imagen estaba presente en las fantasías de sus primeros juegos solitarios.
Nunca se atrevió a decirle nada, pues siempre temía sus certeras respuestas y además porque la veía como a alguien inalcanzable, no solo por ser unos cuantos años mayor que él, sino por temor a herirla o dañar su amistad, pero cada vez que casualmente se encontraban, la veía radiante y el solo hecho de poder intercambiar con ella un par de frases rutinarias para él era motivo suficiente para tener un día feliz. Disfrutaba al máximo los pocos momentos que pasaban juntos y se deleitaba contemplando su belleza, la blancura de su tez, el brillo de su cabello, la vivacidad y picardía de sus ojos, su elegancia y distinción al caminar y su esbelta figura.
Para él todo en ella era perfecto, lo que facilitó que desarrollara una profunda admiración. Siempre en su observación existía un ingrediente erótico que por sí solo resaltaba más la inusual belleza con que la veía. Daniel conocía al novio de Amanda, pero no le importaba pensar que ella hiciera el amor con él. Solo se extasiaba viéndola y deseándola en secreto y era común verlo mientras la observaba con una leve sonrisa en su rostro, cómo movía imperceptiblemente la cabeza en un gesto de negación, como diciéndose a sí mismo que no era posible que esa mujer fuera tan bella y repitiéndose mentalmente una frase que para él era como un dogma, que después de poder acariciar su nacarada piel, la redondez de sus curvas, de redibujar con su dedo la esbeltez de su cuello, la tersura de su espigada espalda, la suavidad de su cabello, la firmeza de sus piernas y deleitarse en la esplendidez de todo su cuerpo y tener la inmensa satisfacción de hacer el amor con ella, «Se podría meter de cura».
En este tono se manejaban siempre las fantasías de Daniel cuando veía a su platónico amor. Amanda era para Daniel el perfecto ejemplo viviente de lo que Horacio definía como una lrojra. Ella por su parte se sabía admirada por su vecino y como a muchas mujeres, le halagaba la forma en que él la veía y no se incomodaba por el modo en que sentía que Daniel la desnudaba con la mirada, pues nunca le había hecho ninguna clase de insinuación ni le había faltado al respeto de manera alguna, por lo cual le pareció interesante aceptar participar en el entrenamiento al que Daniel la había invitado. El se sintió feliz cuando su amiga le confirmó su participación y con rapidez empezó a hacer planes para el que se auguraba sería un excelente fin de semana.
Fue un éxito el primer entrenamiento que dicto Daniel, pues en él afloraron sus dotes como maestro innato enmarcadas por su irresistible personalidad a la que sucumbían la mayoría de las mujeres que lo conocían.
Amanda participó activamente en todas las etapas del entrenamiento pero al final en la fase del cultivo, en donde se intenta diagnosticar los mecanismos de interrelación con sus padres a cada uno de los participantes, se dio una brusca ruptura cuando Daniel la obligó a Ascender a Extremos al forzarla a reconocer que tenía un muy profundo pero escondido rechazo materno.
Amanda se había negado a sí misma esa realidad durante toda su vida y nunca había tenido la entereza de asumir sus sentimientos hacia su propia madre. Sabía y se negaba a aceptar el rechazo que sentía por todo lo que estaba relacionado con su mamá, sentía que ella siempre estaba equivocada en todo lo que pensaba, decía y actuaba, no le agradaba la forma en que vestía, como llevaba el cabello ni siquiera el gusto con que preparaba la comida.
Era consciente de lo que ocurría pero le producía un profundo dolor el solo pensar en ello y cada vez que esta idea le venía a la mente, automáticamente se ponía a pensar en otras cosas. Por eso cuando Daniel la fustigó enfrente de todo el grupo preguntándole una y otra vez, si no era verdad que no quería a su mamá, para que lo reconociera, ella se derrumbó frente a su realidad, pues se trataba de un tema que a la mayoría de las personas que lo viven, les cuesta reconocer y entre repetidos gritos de que no era cierto, salió corriendo del salón en que se encontraban reunidos, en medio de una crisis histérica anegada en llanto. Daniel apenas si tuvo tiempo de dejar el grupo en manos de su compañera para ir tras la amiga. Ella corrió al segundo piso de la casa y se encerró en un cuarto a llorar su realidad hasta que entró Daniel y la abrazó. Estuvieron así en silencio, por un largo rato hasta que poco a poco se fue tranquilizando. Daniel entre el remordimiento por haberla llevado al límite y la felicidad de tenerla en sus brazos, empezó a sacar partido de la situación y entre justificaciones e intentos por consolarla, poco a poco fue cambiando los consuelos por caricias y sin deshacer el abrazo comenzaron a hablar de lo ocurrido. Él pasaba suavemente sus dedos por la espalda de ella, describiendo círculos que de cuando en cuando la hacían estremecer levemente mientras Daniel, como todo un experto, fue llevando sus certeras caricias hacia centros más críticos, mientras la besaba, primero en la frente y luego en la mejilla, para finalmente ponerle los labios en el cuello, aumentando las contorsiones de Amanda que aún entre lágrimas implícitamente aceptó y se dejó llevar.
Daniel no podía creer que esto estuviera pasándole, precisamente con esa mujer y entendió que con la aceptación de ella terminarían haciendo el amor allí mismo. En segundos pasaron por su mente todos los hechos comunes que habían vivido juntos y de toda la felicidad que siempre le proporcionaban sus fugaces encuentros, cómo lo reanimaba siempre solo pensar en ella hasta que llegó a la conclusión de que si continuaba y le quitaba la blusa de la que estaban sueltos casi todos los botones, rompería el encanto de toda una vida de ilusiones, acabaría con la lrojra que le había proporcionado todo ese abanico de emociones a lo largo de su vida y terminaría por desmitificar y humanizar la imagen de alguien que para él era angelical y sin darle ninguna explicación salió de la habitación, cargando con el conflicto entre sus remordimientos y su excitación y sin importarle que nunca se metería de cural, dejando a Amanda con todas sus emociones encontradas y en medio de una mezcla de remordimientos, vergüenza y deseo, pero sobre todo con la gran interrogante de por qué Daniel la había dejado así, justo en el momento que estaba a punto de ocurrir lo que ella sabía que él había deseado toda su vida y salió de la habitación recomponiéndose con prisa la ropa, renegando en voz alta de todo lo que había ocurrido en ese entrenamiento y asegurando que la cibernética era un fraude y que no servía para nada.
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