Estoy en frente de su ventana. Espero que ella se dé cuenta tarde o temprano. Aunque no me molestaría quedarme aquí para siempre. Llega a su cuarto y con gran entusiasmo prende su computadora, pone algo de música, de esa música que se escucha cuando no sabes que poner. Se acuesta, yo sé que piensa en mí. No es muy evidente que me extraña, pero en sus ojos, cuando se acuesta, se le nota un poco.

Llevo algún tiempo viniendo a este lugar, al lado de las rosas de su madre, de dónde alguna vez tome alguna para regalársela. Ella no cierra su cortina, pues su jardín es bello aún de noche y a esa belleza es a la que agradezco, pues luna tras luna puedo permanecer aquí, solo viéndola dormir.

Desde que comencé a venir por las noches he perdido amigos y hace tiempo que no veo a mi familia, a penas y recuerdo el rostro de mi madre. Pero a ella no la olvido. No puedo a decir verdad, pues al parecer a este sitio, junto a su ventana, es el único lugar a dónde pertenezco.
De vez en cuando me visita la otra, preguntándome por el rescate. Por eso que ella tiene pero no me puede regresar, no porque no pueda sino porque no quiero. No pienso pedirle que me regrese eso solo para entregárselo a alguien que viene a exigirme un rescate para poder dejarme ir.

Debo ser sincero, en realidad no sé porque la otra me tiene que dejar ir, no me siento atrapado de ninguna manera. Además, creo que ella la necesita, yo necesito que ella me necesite es por eso que no puedo morir en su corazón, ahí dónde yo tengo mi alma.

Y es eso, mi alma, lo que no tengo, lo que la otra viene y me pide, lo que ella tiene y no suelta, lo que yo no quiero que suelte. Hoy hace más frío en este lugar, creo que vendrá de nuevo a pedírmela. Pero no pienso irme con la otra, quiero quedarme con ella, que aunque es menos bella, es perfecta para mí.

Solo estoy aquí, esperando por algo que nunca he pedido y nunca pediré. La otra me dijo alguna vez que es posible que me quede parado aquí, frente a la ventana, para siempre, aún cuando ella muera. Y es por eso que en ocasiones lo dudo, pero nunca titubeo a la hora de negarlo.
Yo solo le pertenezco a ella y de eso no hay duda.

No me importaría quedarme por la eternidad, parado frente a la ventana, sí es viéndola a ella.