Todo iba bien hasta el momento en que prendí la computadora ese lunes. Estaba de buen humor y con la mente despejada; mis preocupaciones ya no me agobiaban como antes y poseía una perspectiva más relajada. Pero fue por poco tiempo: las noticias en línea me informaron de la muerte de Gunter Grass y Eduardo Galeano…y de nuevo me sentí mal, pues aunque debido a las edades y padecimientos de ambos era “natural” que les llegara su hora de partir de esta Tierra, el haber perdido a esos geniales escritores es un asunto que no se asimila con relativa facilidad, en especial cuando se conoce la vida y obra de ambos.
De pronto, minutos luego de haber leído la noticia, me pareció escuchar un leve ruido de percusión, y rememoré con melancolía la historia de El tambor de hojalata, y su reflexión sobre la pérdida de la inocencia mental (no sexual, para que no se les empiece a alebrestar la malpensada imaginación) de un niño ante el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial. Un relato tierno y desgarrador a la vez, como lo fueron muchos de los implicados dentro del conflicto; y el pensar en la sangre derramada dentro del contexto de tal conflicto bélico, pasé a otras historias también verdaderas, no dentro de una conflagración internacional, aunque igual de desoladora: las terribles represiones de las dictaduras latinoamericanas de los años setentas, cuando Argentina, Chile y Colombia (entre muchos otros) se tiñeron, literalmente, de sangre de civiles inocentes. Ese tan macabro y espinoso tema es abordado en el libro Las venas abiertas de América Latina de una manera magistral, muy propia de Galeano, su autor. Ambos autores, en sus obras por separado, demostraron el gran dolor e impotencia de la gente “común” frente a una realidad de la que muy difícilmente podían huir, ya fuera por la imperante marginación del pueblo y la corrupción de las altas esferas del gobierno; o por los esfuerzos titánicos y megalómanos de un mandatario en concreto que embarcó a toda su nación en la delirante empresa de convertirla en la capital de un imperio mundial de, por lo menos, mil años de duración. Cada quién a su estilo, lo plasmó de manera inolvidable dentro de las letras.
Galeano y Grass, aparte, y debido a sus amargas experiencias (no está de más mencionar que Oskar, el protagonista de El tambor… es un esbozo del propio escritor germano) fueron bastante críticos con las políticas de varias naciones. Grass fue un acérrimo opositor de la dinastía Bush debido a su tendencia a la militarización e incluso se hizo de enemigos religiosos dentro del Vaticano y los mismos judíos (curioso, ¿no?) por la connotación burlona y agresiva con la que llegó a referirse a la alta jerarquía en sus trabajos y sus comentarios en contra de los bombardeos israelís en Palestina, esto último en los últimos meses de su existencia, augurando con cierto misticismo que todo aquello era producto de “su último aliento”. Galeano, por su parte, se hizo de peligrosos enemigos políticos al publicar las crudas realidades que debían ser “ocultadas del público” para no dar “una mala imagen” de los ejecutivos que gobernaban con mano de hierro y mostraban una linda sonrisa ante el resto del mundo. Ambos fueron bastantes transgresores en un mundo donde la libertad de expresión comenzaba a abrirse camino luego de tanta censura. Tampoco se les olvidará por ese aspecto.
Quisiera decir que la gente siempre los recordará, pero luego de que ese mismo día leyera las noticias sobre los libros más vendidos de los últimos meses, me entró una enorme decepción por el ser humano. Y es que me dio la terrible impresión de que ahora las personas apuestan por la literatura basura en vez de las buenas experiencias que los ahora finados pueden ofrecer. Me deprimí y pensé que quizás, en un futuro, aquellos con los que conviva (en particular las nuevas generaciones) no sepan quienes fueron ellos…aunque la esperanza todavía no muere en mí; y quizás dentro de unos veinte años, me lleve la gratísima de encontrarme a un muchacho que toca un tamborcito de juguete inspirado por el pequeño Oskar, o que una chava diga: “Yo no sabía cuántas porquerías se hicieron en mi país hasta que leí el libro del señor Galeano. Me dejó impactada y me gustó cómo lo escribió”. Sí, probablemente mis mayores temores, después de todo, sí son infundados y sí habrá gente que los preservará en su memoria, al igual que sus letras tan inspiradoras…Por lo pronto, hay que continuar adelante y escribir lo que nos nazca del corazón.
Auf Wiedersehen, Gunter
Hasta luego, Eduardo.
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