Caminó hacia el espejo, descalza. El vestido largo, vaporoso, se deslizaba entre sus piernas, jugueteando, mostrando el talle, ocultando apenas el pudor de la madurez. En el tocador la esperaban los aretes de perlas, los mismos que hace treinta años se había colocado para ese día especial. Soy pasado en el presente, se decía, mientras se echaba ese labial rouge coco Chanel que tanto le encantaba. Sonrió, estaba perfecta. Las sombras azules y ese delineador oscuro hacían brillar sus ojos almendrados.
- Serás la envidia de la fiesta
- No es para tanto.
Un beso y Marcos le puso aquellos tacones color ébano, con un toque especial en el taco. Un beso y ella no, aún no, no quiero arruinar el maquillaje. Mariana sabe que no podrá regresar sino a través de sus recuerdos, así que siempre escribe en un diario todo lo que le pasa. Cuando lo lea seré feliz, se decía y entrelaza sus dedos, contándolos, respirando.
Del otro lado de la casa Manuel la espera, impecable. Las seis dan y debemos de irnos o no alcanzaremos, en Lima todo este tráfico es para volverse loco. Paciencia niño, Dios lo bendiga y cuando nazcan los niños, yo se los cuido como lo crie a usted. Eres mi segunda madre mi gorda hermosa, nunca me dejes Mechita. No me haga llorar niño, mire que después no sé cómo pintarme. Estás muy bonita, a ver si te enamoras en la fiesta, una risa y calle niño, qué cosas habla, yo creo que la Vilma me ha echado mucho de ese rojo en los cachetes, parezco payaso. Mejor mi cara lavada, que a Dios se le va a ver con respeto. Déjate así, tú me llevas de un brazo y mi madre del otro. No, niño qué va a decir la gente, seguro que a la negra se le subieron los humos. Manuel la mira atentamente, observa esa faz humilde y me importan tres carajos, que las dos van conmigo y se me calla Mechita, ella mira y sonríe, feliz.
La llovizna azota Lima y la gente se desliza por la triste urbe. El silbato de la policía detiene la inmaculada limousine blanca. Documentos por favor dice la autoridad. Me caso en una hora, ¿es que acaso no ve el vestido?, cómo se le ocurre que voy a tener el DNI. ¿Y por qué no? Bastó eso para que Eloísa saltara desde el otro asiento defendiendo a la novia. Oiga señorita, es que usted no se ha casado. La autoridad se sonroja y aduce es mi trabajo, señora. Señorita, soy señorita estúpida ¿se me ve cara de señora? Putamadre, es este vestido, y se pone histérica. Cálmate Eloísa, ya vamos a solucionar esto, y la madre explica es mi hija y hoy se casa, estamos como locas, verá no conseguíamos el bouquet, se lo había llevado Tibo, el perro, creyendo, fíjese en lo ajado que está, le hemos echado talco y hasta un poco de Griffin del gordito Jesús, de ese que usa para sus zapatillas Adidas con las que va al tenis los martes al Regatas. Y encima, a la novia y a mí se nos ocurrió comer sushi dizque para guardar la dieta y entrar en el vestido, pero lo único que nos ha dado una diarrea de sanputa que nos ha tenido cagando toda la mañana. Usted comprende, estamos deshidratadas y a las justas hemos entrado en el vestido, mire que hasta bajé una talla porque entré rapidito, nos estamos aguantando hasta llegar a la iglesia, por favor comprenda. Yo entiendo, pero sólo cumplo con mi trabajo, estamos haciendo revisión a todos. Me llamo Isabella Cárdenas, y mi DNI es el 08673643, vivo en Pueblo Libre, ingeniera industrial y soltera hasta una hora más, si usted me lo permite. La policía duda en dejarla ir, mientras el chofer intenta convencerla y Eloísa llama a casa a ver si le pueden traer otro vestido. Aquí tiene 100 soles, es lo único que tengo señorita, y por favor, déjenos pasar que el cura nos está esperando. No puedo, dijo ella, terca y no me sabotee. Tengo orden estricta de llevar a la comisaría a quien no me presente sus documentos. Qué hacemos mamá dice la novia y te dije que te casaras en Madrid, sólo en Lima pasan estas cosas. Sí, llévame el vestido a la Comisaría de Cotabambas, sí carajo, nos están llevando presas y dile al novio que venga a sacarnos.
A Ricardito le encantan las bodas, pero muy pocas veces ha participado en ellas. Esta será especial. Se trata de su tío favorito y lo que es mejor, su tío abuelo Fermín los va a casar. Atento a los detalles, recorre la iglesia, saludando a los invitados que llegan unos corriendo sofocados. Tranquilos, aún no llegan. Qué bueno, no sabíamos cómo llegar, el taxista nos dijo que ya no se podía avanzar, que estaba cerca y hemos caminado como veinte cuadras, estoy muerta, agua por favor. Las flores adornan toda la iglesia. Esa mañana muy temprano, Ricardito ha ido con todo su grupo de catequesis al mercado de flores y compró casi la mercancía de tres puestos. Todo tiene que salir muy bien, con el favor de Dios. Y hasta rezaron tres rosarios mientras barrían y organizaban. Fermín sale de la ducha, y termina de secarse. Cuando seas grande y te cases, tendrás una boda igual de bonita que ésta, te lo aseguro. No tío, yo quiero seguir el camino de nuestro Señor, y servir en las misiones, como cuando a ti te mandaron a la guerra. Tranquilo muchacho, dejémoslo a Dios, es quien mejor sabrá, y anda tráeme el hábito que ya debe de estar listo. Sale contento Ricardo cuando Fermín aprovecha y le da gracias a Dios por este día maravilloso. Como siempre debe de ser, en paz y calma.
Mariana sostiene su cartera de pana azul oscuro con las dos manos, mientras Marcos maneja rumbo a la comisaría. Nunca pensé que pasaría esto dice una y otra vez. Manuel no ha despegado las manos del rostro y Mechita está pálida cuando la luna en plena sierra. Pero por qué las metieron presas, seguro algo le han puesto en el carro, Dios mío. No, al parecer se olvidaron de sus documentos. Pero les hubieran ofrecido plata, y que por eso se las llevan. Su madre es española, seguro que la vieja ha hablado y tiene una boca muy suelta, de seguro ella buscó el pleito. Tengo miedo dice Mariana, intentando acordarse de todo lo que pasa. Todo está bien amor, estamos a tu lado y Marcos le da un beso. No te vayas mamita, no te vayas, dice Manuel. Mechita recuerda, háblale siempre y Mechita se pone a contar cuando conoció a su niña Mariana, que de chiquita se cayó de la bicicleta, sí, esa azulita, igualita que el color de su vestido. Sí me acuerdo y qué risa señora, hasta hizo puchero, y la pulserita que le regalaron en la fiesta de promoción, pero que se perdió en el viaje a Cusco, y luego llegó sin saber a la puerta de la casa, en una cajita de terciopelo con un te prometo cuidarte siempre en la tarjetita. Y es que el señor Marcos la quiso siempre, él la encontró y como no se atrevía a decirle que la quería, la dejó en la puerta. Esos amores de colegio que de mil, uno vive para siempre.
La española grita y la cosa se agrava, es extranjera y su sangre vasca le hace hablar en su idioma natal, cosa que el policía de turno no entiende y toma como advertencias. Debe de ser una de esas terroristas islamistas, se dice, y ha llamado hasta la Diroex, no sea que tengan bombas en el cuerpo, ya he visto eso en la tele se dice y ahora la cosa es de cuidado. Las han trasladado a las tres, y Eloísa maldice a los vientos, otra vez me dijeron señora, quizá el peinado no me conviene y afina la voz y se muestra más jovial que de costumbre. Isabella tiene una faz indescriptible, las mujeres policías están felices y piensan que es una bendición ver a la novia, pero esta chola que te trajo es terca, es una nueva. Descuida que ahorita movemos todo para que te vayas y te cases, no es posible que tengan aquí. Toma un poquito de agua, ahorita te soltamos. Y dile a tu señora madre que ya no diga nada mejor, que no se le entiende. Debe ser enfermita la señora, y le sonríen a esa caravana de palabras que pasean en la furibunda mujer.
Ricardito había seleccionado el nuevo atuendo. Lo mira una y otra vez, revisando si algún doblez se nota mal, plancha y revisa. Ha revisado las notas para la ceremonia y ha escrito con letra más grande el sermón que su tío dará durante la misa. Los reclinatorios limpios y rojos, el púlpito impecable el altar y las peanas brillan igual como se estrenaron a la llegada del Obispo Astigarraga. Se sentía orgulloso de su minuciosidad. Cuando esté en las misiones, seré el mejor organizador y sueña con viajar a África, curar a los enfermos y crear albergues en donde cuidar a los niños y evangelizar, que buena falta hace. En esas fabulaciones andaba hasta que uno de los acólitos farfulla y hace aspavientos que no logra entender. En un dos por tres está en el auto y Fermín sólo dice Cotabambas, y qué barbaridad, la gente está peor cada día. Ricardito va echando una novena y el eclesiástico va con unas ganas de excomulgar a cuando cristiano se ponga en el camino.
Mariana cuenta los dedos de sus manos, y estoy bien, no te preocupes. Marcos le dice quédate aquí y sale del auto. Manuel lo sigue, en neutro, no puede creer lo que está pasando. Se diferencian entre la gente y policías por el smoking elegante y el cabello con el brillante gel parisino. Con todo este ajetreo tendré caspa dice pero no importa, lo único que ahora debe de importar es que suelten a la novia y su corte para poder casarse. Y los invitados qué van a decir Dios mío. No se preocupe señora, dice Mechita, todos comprenden, a todos les pasa algo el día de su boda, a mi hermana le envenenaron a sus perritos y lloró tanto que los ojos se le hincharon, la volvieron a maquillar, pero la gente pensaba que no se quería casar con el chino, o se estaba cazando embarazada. Todo pasa señora, mire aquí tengo una estampita, es milagrosa, ahorita los sueltan, ya verá.
Es el colmo señor gendarme y qué es eso dice el comisario, hábleme en castellano que no le entiendo. Y Eloísa pide que dejen pasar también a la empleada que le ha traído el vestido negro, el que siempre usa cuando sale a cena de negocios. Marcos apela al sentimentalismo del momento y el comisario no sabe qué decir, o más bien sabe qué decir, sólo que hay mucha gente y no lo puede hacer. Vamos a hablar entre caballeros por favor, despejen, vengan por aquí y Manuel va sacando la chequera y Marcos también, felizmente que trajeron los azules, esos en los que Basadre le hubiese querido salir sonriendo. Y que sea para una buena causa, sí señor, porque la policía necesita apoyo, y con este generoso donativo es más que seguro que servirá. Vuelven los caballeros y Eloísa, vestida con un ceñido vestido negro y el cabello suelto con un gancho en el lado derecho, muy mono, está lista para la ceremonia, una dama de honor de luto casual.
Fermín llega pisando fuerte y exige ver al comisario. Todos se persignan y ya la comisaría es la comidilla de la cuadra. Qué habrá pasado en Cotabambas, seguro que han capturado al expresidente, sí, puede ser, ese sinvergüenza las tenía pendientes, pero fácil se lo llevan a donde está el otro, el chinito, pobrecito a ése deberían soltarlo y no, porque esterilizó a mujeres y sí porque liberó al Perú de los terrucos. Pero ahorita lo sueltan, seguro el cura es del Opus Dei y lo sacan con un indulto recién salido del horno del Congreso, o salvoconducto del Vaticano. Pues que yo sepa, no hay revuelo en Palacio, habrá que ver. Y la gente empieza a acercarse más cuando ven bajar a todo un ejército de invitados pulcramente vestidos en Dolce & Gabanna, Gucci, Armani y algún Barrington inclusive, que aún lucha por mantenerse en la clase limeña. Soy abogado dice uno, y yo trabajo en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Quién es el encargado, y los smartphones desfilan en las manos de todos, hablando con abogados, generales, coroneles y hasta al mismo canal más importante de Lima. El periodista recibe el tweet y deja a la vedette para correr a la noticia de su vida. Antes que piernas, la profesión dice, y se va corriendo con el camarógrafo oye no te vayas aún no me tomas la foto para la contraportada, no te preocupes, que ya te llamo, me voy a la comisaría que se ha armado un escándalo y esa palabra resuena en las neuronas de la rubicunda y también voy y se levanta del piso con los tacos inmensos y la minifalda que le sirve para tapar a una traviesa celulitis y se embarcan con el primer taxista que extasiado, mofletudo y agripado y tomando su emoliente, miraba entretenido la faena.
¡Madrilen ezkontzeko esan dizut, hemen dena kaka da! Que grita la española muy roja al ver a Manuel y que lo abraza y lo besa como si hubiera regresado la guerra. Todo estará bien y Manuel, qué bueno verte, dime que parezco una señorita, mañana mismo llamo a mi cirujano y que haga cuanto tenga que hacer, maldito botox. No, no es enfermita, la señora es vasca y cuando se molesta habla en su idioma, pero no le creen y asienten la cabeza.
Isabella entonces hace presencia en ayuda de las mujeres policía, que cuidan el hermoso vestido blanco que lleva puesto. Es una belleza, si parece una muñequita, así me gustaría uno, no para mí tonta, para mi hija pero primero que termine la universidad y luego ya, me rajo duro el lomo y se lo compro así como el de la señorita.
- Y tú, ¿por qué no ayudas?
- Ya están ustedes.
- Esta es la envidiosa que trajo a la señorita. Hay que ser bien mala sangre para hacerle esto.
Y Antonia sale furiosa, caminando aprisa y pisando fuerte, nadie se le asoma ni saluda, no sea que te eche la brujería, y cállate que de eso no se habla. Pero cómo no se va a hablar, mira que Julito ya no es el mismo desde que ésta le hizo daño, porque algo debió de hacerle. Julito era buenmozo y responsable, ya lo iban a ascender hasta que se conoció a esta cajacha, ¿de dónde sino le llegó la desgracia? Al Julito lo conoció aquí cuando estaba con Lalita y ésta se le metió por los ojos.
- Cállate que te va a escuchar.
- Que me escuche pues, si es que nadie le ha dicho sus verdades yo se las voy a decir.
Antonia las mira con los ojos muy abiertos y se le puede ver bien el castaño oscuro entre esas pestañas negras de un excesivo rímel. No son rizadas porque son pequeñas pero ahora parecen lanzas a punto de ser lanzadas. Pero Carmen la enfrenta, la observa y se le pone de frente. Se te perdió algo Antonia, y no. Sólo vine a recoger el informe y sale nuevamente, con más prisa que antes. Si parece el demonio, o debe de estar casada o compactada. Esa es chotana, viene con machete, seguro que le pidió a esos brujos de Huancabamba que le hicieran el milagrito, porque el Julito jamás engañó a Lalita, ella hasta me contó que Julito hablaba de ir a pedir su mano allá a Ica, porque su mamita le dijo, si te quiere que venga, que conozca de dónde eres y quiénes somos. Y Julito viajó, llevó regalos y la madre lloraba feliz, porque era un buen chico y los hermanos los recibieron con harto vino y mataron gallinas y fue una fiesta que ya parecía matrimonio. Y los hijos, no mamá, hasta que a Julito lo asciendan y yo quiero seguir estudiando. Y Julito se sacó la bendición, porque él era de orfanato, no sabían quiénes eran sus padres, porque lo dejaron ahí, en la puerta, en paquete y las monjitas lo cuidaron hasta que se hizo hombre y él dijo me voy a la Escuela de Policías y entre lágrimas las monjitas lo despidieron. Hasta ahora, Julito va y les deja regalos a los niños, en ellos se ve. Y llega Antonia y Julito pierde la cabeza, nosotras se lo contamos a Lalita, esa chola anda atrás, te lo va a quitar y Lalita se esmeraba, se ponía rubor, labial pero a Julito algo le pasaba. Y como todo se sabe, una noche a uno de los amigotes se le escapa el chisme, como todo hombre y todos lo tratan de tapar. A la pollada del gordo Jiménez, claro, hemos ido con los muchachos, y por qué no me llevaste, tú me dijiste que te ibas a tu casa. Sí pero llegaron los muchachos y me sacaron de mi cuarto, y ya pues, unas chelitas con los amigos y ya, nada más, me vine con ellos.
- Perdón amor, discúlpame.
- No te pongas así negra, yo no tengo nada que ocultarte.
Y un beso y se acabó la discusión. Todos los hombres calla boca y la mujer del gordo Jiménez no dice nada. No hay que meterse en las cosas de pareja, esas cosas pasan pero él la quiere y ella sólo fue para un rato y silente sirve el cebiche al estilo norteño, con su chicha morada. No diré nada, porque igual tú me la haces, pero a Lalita no me la hacen cojuda como a mí. Y la llama para reunirse con ella y con las demás, a la vuelta, en la tiendita de la china, donde nadie las moleste. Y la china que ya se enteró, va a cerrar la tienda, porque también la engañaron y no quiere que haya una cojuda más en el Perú.
Y Julito quiere terminar con todo eso y espera en plaza Bolognesi, en un modesto huarique, comiendo la canchita y una cerveza. Me salvé por un pelito y no quiero que esto vaya para más, yo no soy así. Y alguien le tapa los ojos, quién soy y reconoce ese perfume intenso, de flores, de esos que con el cuerpo se tornan afrodisíacos. Debe ser puzanga, o algo así, pero las ganas del macho avivan la mirada entre ambos. Y el chico viene y ella pide dos chelas más, total, no están de guardia y él está incómodo y complacido, las emociones van y vienen, me voy o me quedo, me quedo y me pierdo y Antonia dice que no pasa nada, que todo va bien, y que tampoco sabe lo que pasó pero le gustó haber perdido el control con él, amanecer en su cama, con su olor. Y él la mira excitado, es un hembrón, recuerda esa noche y cómo terminaron rendidos, sudorosos. Ya no va a pasar si tú no quieres Julito, yo no quiero problemas con tu enamorada, y normal, no diré nada, porque es mi vida y así la manejo. Y dos cervezas más y conversemos porque somos amigos y estas dos más por nuestra amistad, pero ya me estoy picando y ella normal yo sí aguanto, soy chola recia y si quieres te llevo a tu cuarto, total, a mí nadie me espera en casa. Dos cervezas más y los ojos de Julito cambian, la mira otra vez con ese deseo, ese culito apetecible y que camina al baño.
- ¿Aló? Amor, ¿dónde estás?
- Negra, estoy con unos amigos, ya estoy yendo a mi cuarto.
- ¿No tomes mucho ya? ¿O quieres que te vaya a ver?
- No negrita, estoy cansado, me echo a dormir al toque y mañana nos vamos de paseo ¿ya?
- Ya mi cholo, duerme rico.
Sí claro, voy a dormir, ya me voy, pero dos últimas chelas, las últimas de despedida. Y brinda pero ya no recuerda, sólo recuerda los besos, una noche loca entre flashbacks, una mujer que fue suya en todas las formas posibles, una sodomía que no podrá olvidar, pero que disfrutó porque cada vez que se acuerda de eso se excita demasiado y tiene que ir al baño a echarse agua y respirar. Y desde hace semanas que mira a su negra distinto y amor me quedo contigo y no negra, te dejo en tu casa, ya cuando estemos casados y sí mi cholo. Y Antonia se arreglaba más y salía temprano, se echaba perfume, y hasta los hombres de la comisaría se sonreían entre ellos.
Así son todos, como cuando me dejó mi marido, y fuma la china, pero cuando vio que la tienda había mejorado vino llorando, perdóname. Una patada en el poto y que se largue, que yo me sé bien defender. Y no llores Lalita, porque así son todos y esa es cochina, seguro le ha dado agua de calzón porque anda todo imbécil por esa. Ya los vimos ese día y Zoilita que vende almuerzo por las Malvinas también los ha visto bien abrazados y él parece otro, me bajó la mirada y se fueron volando. Es mejor que se vaya contigo, Lalita, que se casen y ésa ya no tendrá cómo quitártelo.
No voy a decirte nada, tú eres el que decide cuándo y cómo. Y Julito camina indeciso. Deberías estar contento, tienes a las dos para cuando se te antoje le dicen los mayores. Me resultó pingaloca y espera a que asciendas, que ganarás más dinero. Recuerda que a las mujeres no se les enamora con dinero, pero con dinero sí se enamora a la putas.
Lalita se hace leer las cartas. No lo tienes ya, a ése le han dado algo por la boca, si quieres recuperarlo tienes que hacerle una limpia con cuy negro, y aléjalo de esa mujer, a ella ponle un poco de este aceite por donde pise, para que se aleje. Y ella paga y se va ilusionada esperando ser feliz. Llega a casa, se encierra en su cuarto y prende una velita misionera, pidiendo por su felicidad. Lalita te buscan y ella sale, es Julito que pareciera otro. Ya no puedo mentirte, me he enamorado de Antonia, perdóname. Ella no dice nada, se ahoga en sollozos y se va a su habitación.
Los días siguientes se convirtieron en un infierno. La comidilla de los hombres, la seriedad de las mujeres y los bandos. Antonia y Julito ya no tenían por qué ocultar su relación, pero la incomodidad invadía. Lalita siempre tenía a alguien a su lado y salía con las mujeres. Déjalo, total hombres hay un montón, te voy a presentar a un amigo ya verás, ése si vale la pena. No quiero por ahora nada, decía ella y las lágrimas iban cayendo y una que otra también se acordaba y caminaban en silencio por las calles de bolero y despecho.
- Padre Fermín, usted…
- Tráigame a esos dos a la capilla. Lo que les han hecho no tiene perdón de Dios. Ya hablaremos comisario Jiménez.
- En seguida. Traigan a los novios. Y callen a la vieja.
Espera Lalita, y ella agiliza el paso. Corre, no quiere ver hacia atrás, su pasado. El hombre corre más aprisa y le cierra el paso.
- ¡Suéltame!
- No, ¿cuándo me lo ibas a decir?
- No tengo nada que decirte.
- ¿Y yo qué? Soy el padre. Tú no vas a poder sola.
- Que te quede bien claro Julio. Este hijo es mío.
- Aléjate porque no quiero nada de ti, entiende.
- No seas mala, yo te quiero…
- ¡Cállate carajo! ¿Ahora yo soy la mala? Tú no existes, ni para él ni para mí.
Y se iba para siempre, muy claro todo, ya había pedido su traslado y la esperaban en Ica. Vente hija, y sus hermanos ya se jodió ese huevón. Y ella se fue, iremos a verte con las chicas para el babyshower y serás una panzona linda. No seas huevón Julito, es tu calato dicen los hombres. Y Antonia, vamos a casarnos amorcito. Vamos a casarnos. Sí chola, ya es tiempo. Calla boca, murmuran los hombres, ya sabrán ellos.
- Somos de la prensa, dígame ¿por qué han detenido a Isabella Cárdenas? ¿Es cierto que la ingeniera ha estado involucrada con Al Qaeda?
- ¿Qué es eso? – pregunta la rubia.
- Señores por favor, no es nada de eso. Manténganse a distancia por favor.
- Somos la prensa necesitamos información.
- Tómame una con el señor policía, como si me fueran a meter a la cárcel – y posa la rubia mostrando las nalgas para su tan buscada contraportada.
De terno negro y camisa modesta, caminaba Julito aquel último día en que dejaría de ser soltero. Se alistó, miró los anillos. Miraba las bancas de la capilla de la policía, algunos amigos lo estaban acompañando, por compromiso. Nomás a la misa y nos vamos. Y Antonia llegaba, en su vestido blanco, feliz, triunfante. El cura empieza la misa, y de pronto Julito empieza a suspirar, a ahogarse en el llanto. Son los nervios padre, apresúrese. Para Julito era ir a la horca y lo sabía, quería que fuese otra mujer la que estuviese ahí, con él. Y el cura empieza con sus preguntas y ella que dice que sí y Julito lo siento, no te quiero. Son los nervios amor, y no son los nervios, yo no te quiero. Yo quiero a Lalita, a mi calato, y contigo ya fue la cosa, me voy de aquí. Antonia gritaba y maldecía, nunca serás feliz, ya verás, esto que me haces será tu condena. Y parecía compactada, maldita por el pezuñas, porque se casó un quince de agosto, cuando el terremoto en Ica se llevó a Lalita, encontraron a la panzona en una esquina de su casa de adobe abrazando su panza y la foto que se tomó con Julito cuando eran felices. Desde esa fecha, se quedó como sonso, y pidió su traslado a la sierra, ahí está hasta ahora, como espectro. No habla, sólo transcribe documentación.
- ¿Qué hacemos entonces? ¿Volvemos a la Iglesia?
- Ya todo está pagado, arreglado.
- Todos los invitados estamos aquí.
- Entonces celebremos aquí.
- Señora Mariana, ¿está segura?
- El amor se puede bendecir en cualquier lugar.
- Comisario Jiménez, habilíteme la capilla ipso facto.
Y corre Jiménez, y corren las demás mujeres. Y las invitadas corren también a ver si se puede arreglar todo. Y Ricardito corre a organizar a estas mujeres que sin orden no se puede hacer un acto sagrado y ellas calle niño que nosotras arreglamos bien todo.
La vedette se pone en la puerta para hacer pasar a los invitados y se toma fotos con todos. Marcos lleva a la novia mientras Manuel es llevado por Isabella y Mechita. Eloísa le ha echado ojo al periodista, no está nada mal y éste le ha prometido una sesión de fotos especial.
- ¿Estás aquí, amor?
- Sí amor. Es el momento más feliz de mi vida.
- Cuenta los dedos, toca mis manos, apriétalas.
Isabella cuenta sus dedos vestidos en los delicados guantes y pide que su enfermedad no le opaque este momento. A veces, miró lunes en el calendario y cerró los ojos para aparecer un viernes, en una cama de hospital. Marcos la acompaña como siempre, y su hijo la mira de reojo. Mechita está al costado, cuidándola y conteniendo el llanto. Hoy es un día bonito, no se debe de llorar.
Pero si lloro es de felicidad, me acuerdo de Lalita, que Dios la tenga en su gloria, ella debió ser feliz. Calle, calle, no meta ese asunto.
Antonia recoge sus cosas y sale de nuevo, se siente incómoda.
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