Detuvo sus pies frente al río espejado y se arrodilló para ver su rostro reflejado en el agua mansa, al tiempo que con sus manos lavó su rostro. El rio espejado refleja la belleza que es pura y purifica a quienes se mojan en él, a su vez, despierta las visiones de una maga. Volvió a mirar su rostro y su cuerpo tembló, cayó en trance, y en la visión se veía huyendo de una situación que no lograba comprender del todo, tampoco sabía dónde se encontraba. Sus ojos veían una habitación, en una época indeterminada, con gentes extrañas, con vestimentas raras. Se descubrió sentada sobre un sillón de terciopelo rojo, en el medio de una habitación a oscuras y le hablaban voces quebradas, pudo ver como se le acercaban unas siluetas y sintió unas manos sucias que la tocaban, parecían adorarle pero en realidad le temían, las gentes extrañas con ropajes sucios se alejaron de ella y sus voces pedían piedad y clemencia, como si hubieran cometido un crimen, y ella los juzgaría. Entonces ella dijo: ¡Todos serán condenados al infierno, yo soy su reina! ¡Verdugos tiren a esos tres al pozo de los escorpiones y culebras! ¡Que sean castigados ya! –Gritó. Los hombres entre lamentos y gritos pedían piedad, pero ella hacía oídos sordos a las súplicas de los desdichados y los guardias se los llevaron. -Ahora ustedes vean el ejemplo que acabo de mostrarles –dijo y todos hicieron silencio. Algo raro sintió Tami en ese momento, que había entrado en un trance profundo. No podía ser ella, ella no era así, era como si viera a través de los ojos de alguien que no era ella y su propia conciencia lo supiera. -¿Quién soy? ¡No me reconozco! ¡No puedo ser yo!- Y se levantó del sillón y señaló a todos y dijo: “Véanme como su reina si quieren vivir… y sepan que yo soy la bruja más temible y poderosa… quien ose hacerme frente pagará las consecuencias”. Entonces se dirigió a su alcoba, en ella había innumerables calaveras, huesos, cuerpos en descomposición y gusanos, y le daba placer observarlos y fantasear con ellos, en esa escena maldita que era el mismo ambiente que la albergaba noche tras noche, y allí dormía plácidamente con la conciencia tranquila de ser una bruja maldita. Tami no podía despertarse, aunque su conciencia quisiera, no tenía control de su cuerpo, y recibía descargas de energía como sensaciones exóticas, y sentía lo mismo que Clepias. Al acostarse en la cama sintió un fémur debajo de su cadera, y sintió como Clepias acariciaba una calavera, sintió apoyar sus pies en un cuerpo en descomposición, y sintió rozar su brazo con una mano mutilada, a su vez, la visión era demasiado real y en tiempo presente, y muy sentida. Tami luchaba por volver a ser ella misma, y no una bruja que suda maldad por cada uno de sus poros añejos, y es que tampoco se identificaba con esa cruel y malvada con piel de doncella, que era joven por fuera y por dentro era una manzana podrida. La manera de sacarse esa piel y salir de ese cuerpo de víbora maligna era despertarse antes que sea demasiado tarde y quedase atrapada en músculos, huesos y vísceras ajenas y así poder volver a sus propias carnes. Le costaba por el simple hecho de que una fuerza misteriosa adhería su alma allí, pegada fuertemente. Ella era la invasora de un cuerpo ajeno, y por más que se trate de una visión le parecía tan vívida que creía vivirlo en carne propia y esto era normal porque se hallaba en estado de trance. Toda maga del paraíso lo experimenta y Tami que es muy especial, no era la excepción.
Abrió sus ojos lentamente. El cielo estaba oscuro. Sentía sus manos doloridas, y sus brazos cansados, intentó mover su cabeza hacia un costado y no pudo, se sentía clavada al suelo, por lo que permanecía quieta observando el cielo, en cambio, si podía mover sus ojos. Sus uñas rasgaron la tierra mojada. Levantó muy despacio sus piernas, y sus pies sintieron el pasto. Estaba descalza y con su vestido turquesa roto. Se sentía confundida, recordaba estar en su habitación a punto de irse a dormir entre calaveras y huesos, sin embargo se encontraba al aire libre. Cuando al fin pudo levantar su cabeza e inclinar su cuerpo hacia adelante, se sorprendió al ver que había un bosque a escasos metros. Ya era de noche y comenzaba una garúa finita. Observó que nadie la veía y es que no había nadie a su alrededor, decidió levantarse. Muy lentamente se puso en pie, y se abrazó a sí misma. Sintió la calma de la noche, sin embargo, de alguna parte soplaba un viento frío que helaba sus huesos. Quizás porque se acercaba al bosque de los lamentos perdidos. Comenzó a caminar muy despacio, hacia el bosque, no tenía opción ya que mirara donde mirara a su alrededor, el paisaje era un cuadro de árboles. Ella había despertado en un cuadrado perfecto de césped de unos treinta metros y no hacía más que caminar hacia los árboles. Una luz fue tomando fuerza muy cerca de ella. Caminó unos pasos más y se detuvo. La luz se transformó en una figura que la observaba, aquello parecía un hombre meditabundo, algo confundida aún, siguió caminando, no sintió temor en lo absoluto. El hombre iluminado sostenía un báculo, y cuando ella se paró frente a él, lo mantenía en alto, como señal de stop. Esto a ella le inquietó, y se le ocurrió pronunciar la palabra “Hola”. Pensó que aquella figura, persona, o lo que fuese, podía entenderla, y en efecto así fue, ya que en un perfecto castellano le dijo: “Hola extraña, te doy la bienvenida a mi reino”.
(Continuará...) |