Me levanto y trueno los dedos,
caigo sobre el colchón de nuevo
pero con los ojos abiertos.
De la huerta suenan cantos
de las aves en el frio andino.
Se fríen dos huevos en la sarten,
desacomodo mi alcancía
e ire a la librería por Sartre.
Se me viene el ancla recuerdo
durante la merienda,
en medio de una senda virgen;
y me hastío, no más zumo de naranja.
No pensar en sucios pretérito es lo obvio,
ni dudar el baile con una pieza del futuro.
Los genios valoran el fracaso
y no le veo el gusto a estar embarrado.
Hace sol y hay una brisa coqueta
danzando en el valle
Sonrío al son del rio,
el sol en risa clama
muerte al ripio que no suena.
Se acaba el paso solar
sobre la vereda
y antes de pensar en restos
rastros de almas completas
complementos de la nada,
me siento ante la ventana
con un té… a mirar la monotonía de mis doscientas cincuenta y siete vidas.
Texto agregado el 11-05-2015, y leído por 69
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