No existe ningún indicio de que esto haya ocurrido alguna vez, pero al menos, sí existe un escrito que narra sobre esta experiencia. No se sabe bien en qué mundo, en qué era o en qué momento ocurrió. Solo se sabe que una dama de corta vida, la única testigo del hecho, lo presencio todo. Y vivió para contarlo.
El pueblo entero dormía, mientras las nubes que cubrían el cielo amenazaron con una tormentosa lluvia que bien podría acarrear muchos problemas. La única que se había desvelado fue la dama, de hermosura inimaginable y con una larga lista de amores rechazados por ella misma. La dama, por algún motivo, no podía dormir, por lo que salió de su recamara, fue al patio y observó las nubes que, poco a poco, empezaban a mostrar el antiguo temor humano de que los dioses se habían enojado.
Solo por eso, la dama entraría a la casa para refugiarse de la lluvia que, poco a poco, estaba por caer a tierra. Ya podía sentir cómo unas cuantas gotas le caían en sus largos cabellos azabache, los únicos que la habían acompañado desde el momento en que dio su primer respiro a la vida. Pero algo hizo que no se moviera del lugar, y eran cómo los truenos y relámpagos, con algunos trucos de los rayos y las nubes, dibujaban formas extrañas y grotescas en el cielo que impresionaron enormemente a la muchacha.
Ya la lluvia aumentó bruscamente, haciendo fuertes ruidos contra los objetos metálicos, rasgando milímetro por milímetro cada roca que encontraban, despertando poco a poco a los niños y personas que temían las tormentas como esas, sin tener motivo alguno para temerlas. Pero a pesar de eso, la dama seguía en su sitio y era la única que estaba bajo esa lluvia que congelaba hasta los huesos.
De repente, entre las gotas frías y transparentes de la lluvia, empezaron a caer pequeñas chispas de luz, en forma de gotas brillantes que eran cálidas, hasta el punto de ser irritantes. La dama no podía explicarse ese motivo, por lo que observó el cielo, buscando alguna respuesta ante esa extraña manifestación fluvial.
La dama, entonces, recordó una leyenda que le narraron de pequeña sus padres, cuando todavía no perdió del todo la inocencia que, como ocurre a veces, se les he arrebatada de muchos por el odio y la codicia de los pecados. El cuento decía que, cada siete milenios, cuando siete estrellas formaran una sola línea con algunos cuantos cometas, aparecía la lluvia de la luz, que eran pequeños fragmentos de los desperdicios de las estrellas y cometas que podrían ser atraídas por la gravedad de algún planeta con vida, ocasionando así un choque entre las partículas de agua gaseosa, la que normalmente se encuentra entre las nubes, para así formar una extraña precipitación en la que, en vez de agua, cayera pequeños trozos de estrellas del cielo. Por supuesto, la dama lo había tomado como un cuento para niños, pero desde que se lo narraron, había deseado que, en el caso de que fuese realidad, ella pudiese ver algún día esa extraña lluvia de la luz simplemente para disfrutar de un espectáculo que no ocurriría en los otros siete mil años.
Pero si solo ocurriese esa lluvia, este relato no tendría sentido alguno. La única razón por la que es narrada es porque ocurrió algo más, aparte de la caída de los trozos de estrellas y cometas.
La dama tuvo visiones, o eso fue al menos lo que había creído. Por un instante, le pareció ver que las partículas de luz empezaron no solo a caer, sino también a subir y a moverse de forma horizontal, dejando así pequeños rastros como si fuesen que los cometas cayeron del cielo. También la dama se dio cuenta de algo: esas gotas solo caían en la dirección en donde ella estaba, rodeándola por completo y rozándole su suave piel de marfil dorado. La lluvia no le había irritado la piel, solo le producía un suave cosquilleo que no creía capaz.
Pareciera como si quisieran estar con ella eternamente.
Las nubes empezaron a separarse, mostrando así el apasionado amor que el sol y la luna se tuvieron eternamente, a pesar de las distancias. Los dos astros estaban ahí, juntos, amándose con tanta pasión que era capaz de producir ceguera a los descuidados e ignorantes humanos.
La dama, a pesar de estar viéndolos eternamente, no se quedó ciega. Así pudo observar que las gotas de la extraña lluvia no venían precisamente de las nubes, sino directamente de los rayos ardientes del sol, que parecía gozar de su eterno amor y su infinita felicidad.
En esos momentos, recordó otra parte de la leyenda, que nunca lo tuvo en cuenta por no haberle causado ninguna impresión: aquél que viese directamente la fuente de donde caía la lluvia de la luz, obtendría gloria y poder, pero sufriría mucho y moriría pronto. Eso a la dama le parecía algo superfluo, pero ideó un plan para advertir a su gente sobre el fenómeno y para que así, si luego de siete milenios ocurriese lo mismo, solo se atinaran a observar la lluvia desde la ventana de sus hogares y la cerraran luego cuando vieran a las nubes separarse. Ese plan lo ideó horas después, cuando ya el hecho ocurrió por completo.
Las gotas de luz empezaron a desaparecer, pero parte de ellas quedaron pegados en la piel de la dama, haciendo que su piel brillara incluso durante las noches, como una antorcha humana.
En el eclipse, vio exactamente cómo moriría, pero no le produjo temor. Nunca le había temido a la muerte, solo le temía a lo que vendría después. Tampoco le importaba si ese era su destino, solo si tendría la oportunidad de contárselo a alguien para transmitirlo de generación en generación, para así confirmar que ese fenómeno sí existe, pero que muy pocos tienen la oportunidad de vislumbrarlo.
Ya casi al final del fenómeno, la dama comprendió un poco el porqué el hombre, con el correr del tiempo, siempre iba en busca de la vida eterna para así poder ver la lluvia de la luz, aunque todo intento fue en vano. Pero eso no fue lo único que aprendió la dama aquel día, sino también aprendió que, con el correr de los años, algún descendiente suyo podría sufrir su misma suerte. Por lo que decidió firmemente no juntarse con hombre alguno, no amar apasionadamente y no sentir el misterioso placer físico del amor, del que es fruto otra larga e infinita existencia de humanos.
Años después, esa joven volvió a desvelarse un día, pero para poder escribir esta experiencia y transmitirla no solo alrededor del mundo, sino a todos los planetas con vida conocidos, y por conocer, que se encuentren en la galaxia. Así es como este escrito llegó a este mundo, produciendo así que me desvelara en una noche de lluvia solo para poder escribirlo y difundirlo de alguna manera. |