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Para armar una biografía donde todo no sea una mentira,
en la que, los que torcieron su alma, se puedan reconocer
con un retocado noctambulo a sus maduros desplantes,
busco el espacio perfecto de los pensamientos impuros
en las góndolas del autoservicio de los amores perversos.
Por ese derrotero, embotellado en un pretérito insepulto,
voy danzando historias de algún desamor con paraguas.
Me aturde un cansancio de otoño, oportuno para un titiritero,
destino de desnudez que subyace solo, aburrido y callado,
esperando, veinticuatro inviernos, para empezar a enredarse
con olores revestidos de miedos, en una humana creación.
Mientras tanto, un insomnio de impudores me sirve el café
en la penumbra de los momentos vitales de esta paradoja.
Partida y olvido de este hombre común de lluvia y camino.