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En el Metro de Nueva York

La marea humana me conducía grácilmente por el andén del metro de Nueva York, miradas perdidas y
un mundo de historias escondidas detrás de impertérritos rostros de indescifrables sentimientos.

Abordé una formación en el Lincoln Center con destino a Columbia University, son siete estaciones y unos 18 minutos de trayecto. Es casi mediodía en una fría mañana de otoño.

Manhattan, fue el nombre dado por los indígenas que habitaran la isla y que significaba algo así como el lugar de las colinas, ahora dominado por tribus urbanas cosmopolitas de las más variadas especies.

El la 79 St. sube un negro de edad indescrifrable, invidente, cargando a cuestas una vieja guitarra como robada al tiempo. No creo equivocarme, pero se trataba de una Fender Stratocaster, como heredada del mismísimo Jimmy Hendrix, aquel virtuoso de las cuerdas que con su zurda inmortal hiciera estallar los auditorios en todo el mundo.

Cargaba un carrito con un equipo amplificador a modo de valija viajera, que iba acomodando en el centro de un improvisado escenario.

Un pasaje enfundado en sus trajes de hiel. Una imagen parecida a los ocasionales compañeros de viaje en un ascensor, con miradas fijas en la puerta esperando que la tecnología los saque de ostracismo.

Igual no me importaba, me sentía un testigo privilegiado ante tamaña presencia, ahora mis fantasías me llevaban hacia el mítico Stevie Wonders.

Una voz femenina que brotaba del cielo nos anunciaba del arribo a la estación 96 St. Y el derrotero siguiente por entre las entrañas de la enigmática ciudad.

Ajuste previos de sonido, causaban alaridos que perforaban los tímpanos a los desprevenidos hasta que el negro pudo ecualizar su guitarra.

Hizo una breve introducción agradeciendo de antemano la inoportuna intromisión en las libertadas del pasaje y dio arranque a su show.

Comenzó con unos rasgueos que parecían estar asesinando a una manada de gatos monteses. El destino le había jugado una mala pasada y se había ensañado con las cuerdas logrando que desafinen a voluntad. No pegaba una nota, casi que no solo padeciera una disfunción visual sino auditiva.

Existe una creencia que cuando alguien padece una disfunción en algunos de sus sentidos se le desarrollan otros que suplen con creces sus carencias, algo que no le ocurría a este artista callejero que supo tirar por la borda cualquier teoría.

Demasiados videos muestran a experimentados artistas callejeros que deslumbran a su público y los sorprenden hasta las lágrimas. Nada de ello se condecía en esta situación.

La condición de negro, ciego, anciano y artista preanunciaba un show de la hostia. Con semejantes antecedentes no podría defraudar. Pero si. Entre los primeros alaridos parecía aparecer la canción Imagine de John Lennon, soñada por su creador como tributo a la paz y un legado hacia ese trozo de Manhatann que lo vio irse un lunes 8 de diciembre de los míticos ochenta. Su música paso a formar parte de la historia neoyorkina.

Busqué las miradas cómplices del pasaje no pudiendo contener mi hilaridad.

Lamentaba la concentración casi mística del cantante porfiado en conseguir algún arpegio que lo salve. Si había algo que no le faltaba era actitud, desafinaba y no podía dar con el ritmo pero su voz se mantenía fuerte, provocadora. Cada tanto hasta él mismo se daba cuenta y negaba con la cabeza los pifies descomunales pero insistía, insistía.

Nada de bises. Cuando terminó asesinando con el punteo en su guitarra una de las melodías sagradas de la música de todos los tiempos, el circunstancial público seguía hipnotizado y aplaudía tímidamente, hurgaron entre sus billeteras y a modo de colecta dominical ofrecieron el diezmo que purgue sus culpas.

Bajamos juntos y lo ayudé con su equipamiento, lo dejé solo en la estación, como agazapado a punto de atacar nuevas víctimas en el metro de Nueva York.

En su pecho colgando de su cuello pendía un cartel con la imagen de Santa Cecilia, patrona de la música, aquella que supo soportar los tormentos más espantosos cantando.

OTREBLA

Texto agregado el 09-05-2015, y leído por 132 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
13-09-2015 Me gustó! Se piensa que uno va a encontrar un prodigio y resulta interesante que nada que ver, jajajaja... MujerDiosa
09-05-2015 Por suerte no me ha pasado como a LuisA91 . Yo no espero nada de lo que leo sencillamente me dejo llevar por el camino de letras que el autor me indica , en este caso me ha llevado a disfrutar del texto hasta el final con lo realista de las descripciones y llevarme a recordar unos cuantos encuentros parecidos que padecí estoicamente en varios metros y trenes de mis distintos viajes . autumn_cedar
09-05-2015 bueno me gusto, me hizo imaginar al hombre y esperaba que fuese en tu relato un virtuoso que salvara el día jeje. LuisA91
 
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