Entre el cielo y el infierno
“Si estás viendo esto, es que estoy muerto”. Con esa frase comenzaba el video que Helmut había entregado tiempo atrás al escribano Linares y el que solo debía ser difundido si lo sorprendía la muerte.
La justicia lo caratuló “muerte dudosa”; fue en extrañas situaciones donde apareció inerte el cuerpo de aquel hombre bañado con su sangre en el altar de la iglesia de la Concordia.
-Mi propósito no es otro que el de la búsqueda del amor eterno, la pasión sin fronteras, más allá de la vida, más allá de la muerte.-Continuaba disertando el adusto personaje que brotaba de la pantalla. Poco a poco sus ocasionales televidentes observaban atentos el desarrollo de la historia.
Poco a poco se fue desgranando el misterio en torno a la muerte de Helmut Una intensa y apasionada relación con una médium de origen croata llamada Anastazija, fue la causa de sus pesares.
-Ahora me doy cuenta de que esa mujer es la personificación del mal, el mismo demonio que logró seducirme hasta transformarme en un juguete de sus caprichos.
Helmut había abandonado todo por seguir a su amante, solo le quedaba una vida para ofrecerle y a la que Anastazija quería apropiarse gustosamente. Pero ella no buscaba los despojos en que se había sido transformado ese amor escandaloso y fútil; deseaba su alma.
- El mismísimo Satanás está decidido a llevarse mi alma.- continuaba
Sentado en un cómodo sillón de pana, el personaje continuaba su relato casi sin emociones, la mirada fija en la cámara, sin libreto, con un discurso convincente.
-Hace más de dos mil años fue el mismo Yahvé le arrebató el alma a un Hombre en las colinas del Gólgota. Aquello también fue por amor, más amplio, más universal.
-En un acto desesperado buscaré refugio con el Creador, a los pies del altar, en donde el Demonio no pueda seguirme. Si mi relato está llegando a Uds., es que mi alma se despidió en la Basílica, con las fuerzas del universo luchando por obtenerla.
Lo que no supo Helmut fue que por las escalinatas de la Iglesia, una mujer de extraña apariencia, lo seguía a corta distancia. Fue la última persona que lo vio con vida.
Testigo privilegiada en los primeros bancos del templo observaba expectante con un placer morboso la escena. Su fiel discípulo blasfemaba a su Dios, al hundir en su pecho la daga mortal; la misma con que habían sellado un pacto sangre por un amor desesperado.
-No hago responsable a nadie de mi muerte, todo lo hice por amor, entre el cielo y el infierno-Finalizaba Helmut.
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