En las horas de esta tarde gris, sentada en la ventana de mi habitación, mirando al cielo que llora lentamente dejando caer sus gotas sobre mi piel… te pienso, te imagino a mi lado, busco comprender por qué se fue tu amor. Y el cielo llora en mi hombro, pero más lloro yo bajo su manto. Seguro mis lágrimas traen más sentimiento que las del cielo, seguro mi corazón hoy está más gris que las nubes, seguro el dolor del cielo se va para que el sol aparezca en algún momento, pronto. Pero mi dolor va a quedar acá en mi pecho, por mucho tiempo más, mejor dicho… mientras su rostro esté presente en mi corazón y mi mente, mientras su voz retumbe en mis oídos o su perfume se mantenga en mi nariz.
La lluvia trae calma, alivio, suave olor a tierra mojada. La lluvia trae recuerdos. A mí en particular, la lluvia me trae más pena. Escuchar las gotas rebotar en las maderas del patio, mojar lentamente las hojas de mis plantas y mi piel lastimada, lastimada internamente por un amor que debería haber traído felicidad, no tristeza. Y cada gota que cae del cielo es equivalente a una lágrima mía. Y ahora llueve más fuerte, y más fuerte llora mi corazón… se inunda de a poco parte del patio, de la misma manera que se inunda mi alma, y me pide socorro, ayuda… y en silencio le recuerdo que no fue mi cabeza quien lo eligió aquel día… que fue él mismo, mi alma con ayuda de mi corazón los que lo vieron y saltaron de alegría. Los que decidieron que él forme parte de mi vida. Yo no puedo hacer mucho más, dejar pasar el tiempo, que el recuerdo de a poco se marchite en mi memoria como mis plantas en el sol. El sentimiento siempre va a estar escondido, en algún rincón de mi interior, imitando al sol que se esconde tras las nubes. El sentimiento de amor pero también el de pena, agonía.
Y aunque hoy pienso que mi vida no tiene salida, que todo es en vano, que el amor no existe… miro al cielo nuevamente y veo que se asoma el sol, que las gotas dejan de caer, que un arcoíris trata de escaparse entre las nubes, que mis plantas abren sus flores para mostrárselas al mundo… y es en ese momento cuando me gustaría ser así, como la lluvia que se detiene al instante para dejarle paso al sol. Pero me doy cuenta que mi dolor no cicatriza tan rápido, que me quedan muchas lágrimas por derramar, que mi alma necesita más tiempo para sanar y olvidar. Miro mi corazón y luego miro al cielo, miro nuevamente mi corazón y le digo: “no te preocupes, te va a pasar lo mismo que en un día de lluvia, el sol va a asomar… no sé cuándo, cómo ni por qué… pero los colores del arcoíris van a llegar… sólo dame tiempo… que la lluvia lava las heridas, pero ellas tardan en sanar”…
|