La arañita siempre jugaba bajo las escaleras en el campamento, sus rodillas peladas hablaban más de aventuras y entretenciones sin límites que de la pobreza en la que habitaba sin conciencia. Margarita, su madre, siempre tenía que sacarla de entre los pilotes bajo la casa, desde las oscuras entrañas de tablas del piso del galpón comunitario o desde la barriga de los camiones estacionados. Le decía de cariño La Arañita - Vecina ¿habrá visto ud a La Arañita? se me perdió de nuevo- y le apuntaban al escondite del día, esos lugares oscuros y bajos en que se la veía meterse a jugar el día entero. Margarita como buena mamá, o quizás eso se decía para apaciguar el enojo, en sus días libres se metía a jugar con ella entre la estrechez, el barro y las otras arañitas.
Cuando Margarita postuló a las viviendas sociales no le dijo al Armando, en el fondo no se quería ir con él, nunca fue bueno con ella, de un modo u otro siempre andaba con alguna mentira y bien sabía que no la quería de verdad. Así, le costó más de un año juntar las 10 UF solita, algo como 180 lucas, cuando los plazos se acababan un primo le prestó lo que le faltaba y, finalmente, fueron reasentadas a “La Nueva Buin”. Ella venía de lo espejo así que no conocía a nadie salvo a la arañita, pero poco le importaba porque con su chiquitita al hombro tenía todo el mundo que necesitaba.
Cuando Margarita tomó las llaves del trabajador social impasible, le cayó una lagrimita de sueño cumplido y se volvió a abrazar a su hija, pero ésta no estaba.
-Habrá corrido pa’ la casa para escoger pieza- pensó.
Margarita, sonriendo escuchó como su hija le gritaba encantada, -me quiero quedar con el segundo piso pa mi sola- decía- me encanta la casa y que esta será mi pieza, por favor mamá, por favor, me irá bien en el colegio, ya no me escapo más, te lo prometo-
Cuando margarita sube por la escalera estrecha y se pega en la cabeza con el techo, no comprende nada. Encuentra a su hija feliz jugando con sus arañas imaginarias en un segundo piso que no mide más de un metro y medio, margarita pestañea sus lagrimas y no sabe si se deben a cumplir el sueño de la casa propia, por impotencia tras el descaro del Gobierno, por la inocencia de su hija o por no saber qué chucha hacer con un segundo piso donde no cabe ni parada. Así que decide volver a subir las escaleras, porque todavía lo cree imposible pero lo que Margarita no sabe es que se encontrará con una escalera en espiral infinita. Cuando sube por quinta vez piensa que quizás este sea el infierno, ese que le grita la felicidad de su hija en una casa que se burla de ella por ser pobre, pero esto no puede ser así, dice, así que decide volver a subir la escalera.
Todavía la está subiendo esperanzada, pero entre nosotros, dudo que en este país de mierda las Margaritas encuentren lo que buscan.
Es por todas ellas, y por todas las Arañitas, que tenemos que cambiarlo todo.
*Dedicado a todos los funcionarios y profesionales del Minvu y de la Ilustre Municipalidad de Buin que estuvieron involucrados en la creación, el año 2003, de “La Nueva Buin”. A todos ellos, que su infierno no sea florido. |