Un agudo dolor en el pecho y sin saberlo Joaquín, inserto en una agobiante pesadilla, agonizaba lentamente.

Junto a él, en la mesita, el viejo reloj de cuerda -fiel servidor de infinitos despertares- escuchaba al débil corazón debatirse en la lucha… hasta casi rendirse. Entonces, haciendo un esfuerzo más allá del entendimiento, el reloj acompasó su tic-tac con los tenues latidos, entregándole toda su fuerza; "pum pum", el corazón reaccionó, reanudando poco a poco su marcha.

Amaneció.

Joaquín, sin recordar nada, gritó furioso: "¡Estúpido reloj, te has detenido, ya estás viejo!" y de un golpe lo azotó contra el piso.



M.D