De vez en cuando me rio. No tengo mucho tiempo sentado en esta cama, sin embargo el tiempo es relativo.
No es que yo quiera haceros sentir pena por mí, de hecho por eso estoy aquí. Mis venas palpitan aún más que mi cabeza y aunque no quiera oírlas, las escucho. Uno, dos y hasta tres segundos me toma desviar mi atención hacia la oscura ventana ¿hace cuánto que observo a través de ella?, la parte inferior de la luna deleita a las sombras de mi habitación, de la habitación de este hotel. Todas ellas se mueven, ligeramente se mueven, lo noto.
Hace dos noches que no duermo, y lo único que ha caído en mi estomago fue un refrescante vaso de agua. Me levanté para ir al baño, nada extraño después de dos días.
Y ahí estaba, mi rostro distorsionándose en el agua. De manera inconveniente hay más ruido en ese lugar que en cualquier otro, el drenaje, agua cayendo y fluyendo, la luz orbitando y rebotando por la paredes. Cierro los ojos instintivamente, mi cabeza late. Diez segundos después estaba de regreso en la semi-oscuridad de mi cama. Seguí pudriéndome.
Tomaré el cuchillo, mi único equipaje, y lo usaré. Quiero impregnarme en este lugar, el único que logró hacerme sentir. Pero lo haré en el piso, la cama no debe ser manchada, ya no quiero seguir ahí. El filo rozará mis venas pulsantes y dejarán salir a la irresistible esencia de mí ser. Escucharé cada fibra en mi piel siendo rebanada, el dolor liberará varias sustancias, el tormento de mi cerebro se irá, solo por un momento, pero se irá. La sangre hará un charco, para entonces escucharé la tromba del rio derramado, mi dolor regresará, quizá trate de cubrir mis oídos pero no tendré fuerza.
Existen dos posibilidades: mi hipersensibilidad me hará desmayarme de dolor, la segunda es perder tanta sangre que pierda la consciencia, en ambos casos no volveré. Se terminará. Y aunque se termine para mí, seguiré esparciéndome por el piso, regando mi existencia por los suelos de un décimo piso. No volveré a saber de mí hasta la mañana siguiente.
Cómo cada mañana de los últimos tres días ella vendrá, a limpiar un poco y traerme comida que no tocaré. Su gritó alertará a todos, incluyéndome a mí. Y así me daré cuenta que ya no existo, me desvaneceré en el tiempo, relativo por supuesto, y sobre todo en el espacio.
Es increíble lo que un simple dolor de cabeza puede causar a las personas hipersensibles como yo. Me dispongo a cortar.
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