Una mirada cuyo receptor
ya se marchó,
una lagrima sin sentimiento
de este tiempo,
un esclavo sin cadenas
que lo aten,
un espacio para morir
tan cobarde.
Un vinilo que no suena a rallado,
un arcón para pesos pesados,
una poesía sin dedicatoria,
un poeta descarado.

Un tiempo
que ahora huele a pasado,
una bola de naztalina
de un cajón cerrado,
una forma templada de pasar el rato,
unas manos que escriben demasiado.

Un teléfono que no suena,
una llamada que no llega,
un viento que se lleva
lo que quedó atrasado
y un rato conmigo mismo
que pasé a solas
donde comienza ese olvido
sin olvidar demasiado.