El día había llegado y desde temprano se vislumbró como un día extraño, pues extrañas situaciones estaban por venir...
Apagó el despertador de un manotazo certero, bebió un vaso de agua añeja, se estiró hasta que le sonaron las articulaciones y con paso firme se dirigió a dar los buenos días a la reconfortante ducha. En el baño abrió las compuertas de su represa, se miró al espejo tratando de enamorarse de la imagen que lo abofeteaba. Se desnudó, corrió la cortina del baño, abrió la llave de los acuosos placeres, se metió a receptáculo y con un sonoro ¡¡¡¡¡ahhhhhhhhhhhh!!!! comenzó a disfrutar del agua que, sin permiso, se introducía por todas y cada unas de sus intimidades, con los ojos cerrados se imaginó como un vigoroso tritón que meneaba la cola en una frenética carrera por conseguir el ansiado trofeo, un resplandeciente tridente, de las manos del mismísimo Poseidón. Preso de una gran excitación por estar próximo a la meta, levantó los brazos en señal de victoria, pero una de sus manos golpeó la barra que sostenía la cortina y lo hizo volver a la realidad.
Comenzó a lavarse el cabello, acción que requería de ojos cerrados, entonces se sintió como Tarzán bajo una cascada de aguas perfumadas, disfrutaba de los peces que jugueteaban entre sus piernas, cada vez más osados, cada vez más inquietos...
...De pronto, un celacanto pasó rasante por debajo de su pie derecho y le hizo perder el equilibrio. El costalazo fue mayúsculo y al caer trató de atrapar al osado pez y se encontró con una pastilla de jabón entre sus manos.
Después del reconfortante y aporreado baño, comenzó la tarea del secado y envolviéndose cual sultán en la esponjosa toalla, se imaginó rodeado de hermosas mujeres que lo acicalaban, lo perfumaban y le traían, bailando cadenciosamente y en bandejas de plata, los más exquisitos manjares. Un granito que tenía en la espalda fue pasado a llevar sin misericordia por la toalla, despertándolo bruscamente de su ensoñación.
Como pudo, se limpió la zona con un poco de alcohol y en ese instante se imaginó en la selva ecuatorial tratando de quitarse con sus dedos trémulos un dardo envenenado. Cuando el alcohol se esparció por la zona lastimada, lanzó un estridente grito de dolor y se imaginó acometido por los espasmos de la muerte. Arrastrándose por el piso húmedo, se trasladó mentalmente a una mazmorra medieval en donde escapaba sigilosamente de su verdugo.
Al tratar de ingresar a su habitación, sintió un latigazo en su rostro y se imaginó en plana época cristiana, cuando los soldados romanos azotaban a sus víctimas con sus látigos de bola. Quien le había arañado la cara no era un soldado sino su gato, que sí era romano. De nuevo se dio a la tarea de limpiar sus heridas y echándose unas gotitas de Povidona, cubrió luego la magulladura con una venda que le daba la apariencia de un bandolero. –Soy Scarface, se dijo y vistiéndose de prisa porque ya quedaba muy poco para que pasara el microbús, se terminó de arreglar sus cabellos, se vistió elegantemente, se calzó sus brillantes zapatos de charol y se dirigió a su trabajo.
Mientras dormitaba en el autobús, se imaginaba que viajaba en un avión de lujo y que aquel hombre que había subido dos paraderos atrás con un bulto bajo sus brazos era en realidad un aeropirata que comenzaba a vociferar en este mismo momento sus ingentes demandas: -Sacar a cien, chocolate a cien, sacar a cien-. El vendedor le entregó una de las deliciosas barritas que pagó con una moneda que el se imaginó que era un denario y comenzó a saborearla mientras se elevaba a las alturas del Tibet, en donde se contemplaba a si mismo como un monje lama.
Al ingresar al edificio en donde trabajaba, el portero le hizo un ademán con su muñeca indicándole que venía con diez minutos de retraso. El se encogió de hombros y se introdujo en la cabina de aquella importante radioemisora en donde se emitía su programa matinal. Bebiéndose de un sorbo el contenido de un vaso de agua mineral, comenzó de inmediato a leer las rutinarias líneas de su libreto:
-¡Que tal, amigos oyentes de todo el país! Aquí estamos una vez más con nuestro programa “La Realidad Ante Todo”. Dejemos de lado las ensoñaciones y la imaginería sin sentido y sumerjámonos en el mundo concreto de las cosas tangibles. Basta de sueños, basta de fantasías. En estos cuarenta minutos de programa, hablaremos de…
Mientras decía esto con su voz exageradamente impostada, nuestro héroe creía ser un gran estadista que desde su testera se dirigía al mundo para darle a conocer una importante noticia…"
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